Que difícil es amar a quienes nos enfrentan y afrentan. Cuando nos llevan palabras llenas de altanería y rechazo, la respuesta es dolor en nuestro corazón y después viene la reacción que intenta hacer sentir a quien tenemos delante, al menos igual dolor. Entramos en el círculo vicioso de herirnos y desear más dolor en quien tenemos delante. ¿Qué se consigue con eso? Poco más que salir todos heridos e incapaces de buscar entendimiento en el futuro. El enemigo gana la partida y nosotros perdemos la capacidad de amar. Vaya balance más alentador tenemos por delante.
Sin duda, el fallo del Tribunal Constitucional de España, sobre el matrimonio homosexual, es una afrenta a la familia y conlleva peligros sociales a través de la educación adoctrinadora que recibirán nuestros hijos. A muchos de nosotros nos duele que la legalidad quiera enmendar la naturaleza. ¿Cómo reaccionar?
Creo que la peor manera que podemos reaccionar es tomando una postura de contra ataque violento. Tras la catástrofe toca reiniciar todo de nuevo. Tenemos que reconstruir la conciencia de tantas personas indiferentes y desafectadas. Tenemos que lograr que comprendan que la naturaleza está por encima de nuestros deseos. Las consecuencias del relativismo sólo se pueden aminorar si se muestra a la sociedad que sin una referencia absoluta, siempre navegaremos a la deriva.
Quizás tengamos que tener cuidado con otra postura de escape alternativo: el aislacionismo. Si la sociedad no piensa como nosotros, siempre tenemos la posibilidad de reunirnos y separarnos de todo aquello que contradice nuestro entendimiento. Suena bien, pero es una utopía inalcanzable y perniciosa. Primeramente porque la separación es cosa del diablo y aislarnos no soluciona nada. La segunda razón es no cumpliríamos con la misión de ser levadura que fermente la masa de trigo para convertirla en pan.
Reflexionando sobre la postura personal que tomar ante este triste asunto, me he dado cuenta que se nos presenta una oportunidad interesante ligada a la Nueva Evangelización. Creo que hablar sobre la naturaleza del ser humano, matrimonio y sexualidad nos presenta un espacio evangelizador interesante. Ya que la guerra del lenguaje es muy importante, tal vez tengamos de buscar una manera de llamar a esta situación de convivencia legalmente aceptada. Quizás podríamos llamarlos contratos de convivencia entre personas del mismo sexo. Creo que hablar de esta manera no resulta ofensivo y muestra la sinrazón de llamarle matrimonio. Es evidente que quien se casa de esta manera, firma un compromiso con derechos y deberes, lo que se puede considerar un contrato legal. El objetivo del contrato es la convivencia de dos personas que tienen el mismo sexo, lo que hace no exista posibilidad reproductiva natural que haga posible llamarlo matrimonio: matrem monium, "perteneciente a la mujer que procrea".
No deseo crear escuela y tengo la certeza que a más de uno de ustedes se le ocurrirá un nombre más corto y eficiente. Se trataría de no cejar en llamar las cosas lo que son y sin ofender. Tal vez así la sociedad vaya aprendiendo la cantinela y dentro de unos años exista una conciencia de lo que diferencia a estas unidades de convivencia y un matrimonio natural.