Anoche la tele acaba de decir que va a ser un buen año de setas. Sospecho que es otra engañifa para ver si nos remontan la moral. Por lo menos en mi pueblo -pueblo, pero con una catedral que es seis veces la copa de un pino-, este va a ser otro año de pocas setas, lo cual no sería demasiado grave sino porque también es de pocos níscalos que ahí es donde nos duele. El verano ha sido muy caliente y en otoño ha tardado en llover. Los níscalos necesitan tiempo, primero agua y luego calorcito, y no al revés, dicen las sabias voces del campo.

El rumor ha desalentado a buena parte de las hordas ciudadanas que otros años por esta época solían invadir nuestros pinares, es decir, los pinares de nuestro pueblo, que hay que dejarlo bien claro, como le dijo uno de nuestro pueblo a un turista que se le engalló en la catedral cuando le pidió que se reportara:

Turista engallado (presumiblemente progre): "Hago lo que me parece porque esto es del pueblo".

Natural del país (irritado y en trance de perder la compostura incluso dentro del templo): "Sí, pero de mi pueblo, no del tuyo". [Esta última frase llevaba algún improperio para dar énfasis, del estilo del "doch" alemán, que he suprimido por decoro.]

Ninguno de los dos tenía razón, porque todo tiene dueño, y la catedral no es del pueblo, sino del cabildo catedralicio, y el pinar es del municipio. Tal como estan las cosas, el ayuntamiento debería cobrar licencia a los piratas poco urbanos y a medio desbastar, que vienen a llevarse nuestras setas, que las arrancan a la brava, se las llevan aunque sean milimétricas, sin cortarlas y las meten en bolsas de plastico que no dejan caer las esporas.

Y todo esto viene a que Santa Hildegarda no era entusiasta de las setas, pero las dedicó mucha atención, cinco o seis veces más que a la espelta, que era su planta favorita. Para empezar, la Santa dice que en general todas las setas que crecen sobre la tierra son algo dañinas, aunque las que crecen en sitio seco son mejores que las que crecen en sitios húmedos, pero que de todas formas, ninguna sirve casi de medicina.
En cambio dice que las que crecen en los árboles, o por lo menos algunas de ellas, sirven para comida humana como si fueran verduras, son menos dañinas y a veces tienen algo de medicina. Menos mal.

Las setas que crecen en las hayas las pueden comer sanos y enfermos, calientan el estómago, y le quitan porquerías. Si se cuecen hasta que se deshagan y se hacen píldoras con ellas y con un poco de manteca, ayudan a las embarazadas a llevar el peso del niño.

Las que crecen en los nogales no sirven para comer, pero matan los gusanos de las llagas. Las que crecen en el sauco y en el álamo tampoco son buenas para comer.

Las que crecen en los sauces sirven de medicina: Se cuecen en vino con un poquito de comino y grasa; se comen las setas y el caldo se bebe a sorbos y alivia el pecho y mitiga el dolor del corazón y el bazo. Secadas al sol sirven contra el glaucoma, poniendo cada vez un pedacito en remojo y rozando el ojo con el agua de la seta de modo que roce un poquito el ojo.

La seta del peral no sirve para comer, pero exprimiendo su jugo en aceite de oliva sirven para curar las costras de la cabeza, y mojándola en bilis de buey (no de vaca) arregla las uñas sarnosas.

Dicho ésto, aprovecharemos el espacio sobrante para congratularnos con los lectores que empiezan a probar las piedras y que nos escriben agradecidos, nos indican dónde se pueden encontrar los productos hildegardianos, si uno no tiene tiempo de buscarlos por su cuenta, y nos dan esa pista fenomenal de que en Madrid hay una avenida de Prunos. (¿Recuerdan ustedes? el pruno es un ciruelo, y las hojas y la corteza del ciruelo sirven contra la caída del cabello). Habría que enterarse en qué época poda el ayuntamiento esos prunos (¿febrero?), para hacerse con materia prima sin dañar a estos bellísimos árboles.

Al corresponsal que nos preguntaba por los cólicos nefríticos, nos vemos en la precisión de contestarle que por ahora todavía solo hemos encontrado un remedio que no nos atrevemos a publicar a secas sin otras cosas más sencillas, para que no nos retire la palabra y pierda su confianza en nuestra Santa; más adelante se verá por qué. Entre tanto, seguimos averiguando si Santa Hildegarda dictó más remedios para cólicos nefríticos, riñones averiados o cálculos.

José María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia

(Más en www.hildegardiana.es. Pueden conseguirse fotocopias promanuscrito de la "Physica" de Santa Hildegarda en Librería Bertrand, C/ Fuencarral 141, Tfno 91 4455631. E-28010-Madrid)