Hoy he leído, por pura casualidad, un discurso de Juan Pablo II a obispos norteamericanos de visita “ad límina” en Roma en 1998. Me ha impactado.
La parroquia será necesariamente el centro de la nueva evangelización; por eso, la vida parroquial debe renovarse en todas sus dimensiones.
Esto de que la parroquia debe renovarse en todas sus dimensiones me ha dejado pensativo un rato: ¿Mi parroquia debe renovarse en todas sus dimensiones? ¿Qué dimensiones? Nos hemos de renovar los sacerdotes, los laicos comprometidos, la liturgia, la catequesis, cáritas, las actividades parroquiales, las relaciones entre nosotros… si pero ¿cómo?, ¿en qué?
El espíritu de la nueva evangelización debería impregnar todos los aspectos de vuestra enseñanza, instrucción y catequesis (…) Todos los cristianos bautizados deben comprometerse en la evangelización.
La clave de la renovación parroquial tiene que ser que comprendamos que lo mismo que se dice de la Iglesia en Evangelii Nuntiandi número 14 se debe decir de la parroquia:
LA PARROQUIA EXISTE PARA EVANGELIZAR
La parroquia es el la expresión más “local” de la Iglesia puesto que hace presente y, en cierto sentido, encarna el Cuerpo místico de Cristo (Discurso de Juan Pablo II, marzo 1998). Por tanto su misión es evangelizar. Esa renovación en todas sus dimensiones debe venir de un cambio de mentalidad y de una conversión pastoral. Toda la vida parroquial debe impregnarse de sentido misionero y evangelizador. La parroquia debe ser foco de evangelización. Evangelización de los “vecinos” alejados.
La parroquia o crece o se muere. La pastoral de mantenimiento se acabó. Aquella mentalidad de “presencia testimonial” no trajo ningún fruto. Hay que renovar la parroquia
O evangelizamos o morimos.
Gracias a Dios ya hemos empezado, con muy poquito pero continuaremos. Si lo hacemos mal nos examinaremos y nos corregiremos, y si logramos “éxitos” nos parecerán insuficientes y querremos más y no pararemos.