Una amable corresponsal escribe:
"Me dirijo a ustedes porque me gustaría que me explicaran como se hace la lejía con las cortezas y hojas de ciruelo porque es que no tengo ni idea de como hacerlo. Así mismo quisiera saber si Santa Hildegarda comenta el tema de la obesidad y si hay alguna piedra para ayudar en ese tema.He leído muchas veces sobre las propiedades curativas de las piedras y en algunos sitios te recomiendan alguna que te puede ir bien, pero no me acabo de fiar porque vete a saber de donde sale ese conocimiento, pero de Santa Hildegarda si me fío porque su conocimento viene de Dios, y más desde que la han hecho doctora de la Iglesia."
Bueno, pues contestaremos en la medida, más bien corta, de nuestros conocimientos: Según nos informa amablemente el Espasa, la lejía tradicional que se usaba para lavar y blanquear la ropa se hacía haciendo pasar agua por ceniza de leña. El agua arrastraba al pasar las sales alcalinas de las cenizas (carbonato potásico, sobre todo), y se convertía en lejía. La ceniza se recogían del hogar donde ardían los leños y con ella se hacía la colada, que consistía en poner capas de ropa poco apretada en una tina de madera; y encima un paño grueso en el que se colocaba la ceniza y se vertía a intervalos agua muy caliente que al pasar por la ceniza se convertía en lejía y pasaba a través de la ropa. La tina tenía debajo un enrejado y un grifo para vaciar el agua al cabo de doce horas, momento en que se sacaba la ropa para aclararla.
Santa Hildegarda no dice nada de esto, y creemos que lo que dicen los doctores alemanes al mencionar la lejía es que el agua arrastrará determinadas sales alcalinas de la cenizas de las cortezas y hojas del ciruelo. El procedimiento puede ser parecido: poner la ceniza en un trapo encima de un barreño y verter agua caliente encima.
No lo hemos hecho nunca. Lo que sabemos de Santa Hildegarda es (casi) puramente libresco y solo hemos ensayado unos pocos de los miles de remedios que propone, por eso pedimos que quienes los prueben nos lo cuenten.
Lo verdaderamente difícil para un habitante de ciudad es localizar ciruelos, porque sin frutos ni hojas todos los frutales son bastante parecidos, pues casi todos pertenecen a las "rosáceas" y son géneros o especies cercanos. Por eso la Santa nos da la pista del pruno, que se conoce bien porque tiene las hojas de un bellísimo color casi morado, y del endrino, un matojo espinoso que en el Norte de España es un matorral de cierto porte, aunque en el resto de España no son más que quasi fósiles que sobreviven a duras penas.
La otra pregunta se las trae. A nuestro entender, la obesidad es un estado al que se llega de muy diversos modos, por retención de líquidos (hidropesía), excesos en comida y bebida, falta de ejercicio, mal funcionamiento o destrucción de la glándula tiroidea y seguramente muchas más que ignoramos del mismo modo que ignoramos los remedios.
Santa Hildegarda habla de la gordura en el párrafo 314 de "Causas y Remedios, y dice que si alguien come carnes u otros alimentos sobremanera grasientos o repletos de sangre propende a ponerse enfermo por esta causa, más bien que a estar sano, porque esta comida tan grasienta, por la humedad escurridiza que genera no puede permanecer quieta en el estómago humano para su digestión correcta y saludable. Por eso se deben comer carnes con la grasa adecuada y alimentos con la justa proporcion de sangre para que pueda retenerlos con vistas a una buena y correcta digestión".
En realidad, esto alude solamente a un caso concreto. Tiene que ser el facultativo quien diagnóstique cuáles son las causas de la obesidad, y entonces se podría ver si en Santa Hildegarda hay algo para esas disfunciones o malfuncionamiento de órganos.
Pero si la gordura le viene como a uno que conozco al que le gustaría perder veinte kilos y dárselos a los necesitados de mollas, entonces el problema se reduce a ayunar o comer menos. Para eso tendría que cerrar el pico y darse buenas caminatas, "poca cena y mucha suela" pero claro, siempre encuentra pretexto para no hacerlo. Bueno, pues Santa Hildegarda da un consejo precioso en el Libro Cuarto de la Physica, capítulo 17 "El Diamante", que Vd puede encontrar porque acaba de publicarse con el título "El libro de las piedras que curan". En este precioso libro se recoge (p.183) esta perla:
"Y si alguien no puede ayunar, ponga esta piedra en su boca y el hambre disminuirá así que podrá ayunar mucho más tiempo".
Diamante suena a desayuno con diamantes, anillos de compromiso y marajáes de la India. Bueno, pues no. El año 2005 se extrajeron casi 25.000 toneladas de diamantes, que no está nada mal. De ellos solo una mínima parte se destina a joyas, mientras que el resto va a brocas, perforadoras, taladradoras y tuneladoras, muelas y discos de corte y cosas por el estilo. Si se asoma a Internet y pregunta por diamantes en bruto se enterará de muchas cosas (entre otras, que un proveedor de gemas chino se llama Alí Babá) y verá que puede adquirir por correo diamantitos de medio quilate o así (el quilate de las piedras preciosas pesa con mucha aproximación 0,2 gramos). Hace poco compramos en Internet por diez euros, correo incluido, cinco diamantitos en bruto, cada uno de unos 4 milímetros, que pesaban en total 2 quilates.
Para la hidropesía hay otro remedio, que si le interesa trataremos en otra ocasión.
Jose María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia
Más en www.hildegardiana.es y en "Libro de las piedras que curan" de Santa Hildegarda de Binguen, Madrid: Libros Libres, 2012