La humanidad camina imparable hacia su futuro. El futuro definitivo no es otro que Dios. Todos vamos día a día caminando hacia la Casa del Padre. He aquí el sentido último de nuestra existencia. Todos los cristianos formamos con Cristo un solo cuerpo, él es nuestra cabeza y nosotros sus miembros. Donde está la cabeza estarán los miembros. Es él nuestra meta y el punto Omega, fin de nuestra existencia terrena. La fe y confianza ciega en sus promesas nos asegura y garantiza que todo tiene sentido en la vida presente. No es puro verbalismo, ni mucho menos ideología, proclamar y creer en al transcendencia.
Podemos designarla de muy diverso modo: Más allá, Paraíso, Cielo, Casa del Padre, Nueva Dimensión, Vida Eterna, Gloria, Bienaventuranza, etc... Todos estos nombres expresan la misma realidad, que nos asegura la palabra de Cristo: “Me voy a prepararos sitio. Donde esté yo, estaréis también vosotros. En la Casa de mi Padre hay muchas estancias. Si no ya os lo hubiera dicho. No temáis, Yo estoy con vosotros”.
Los creyentes debemos proclamar oportuna e importunamente el sentido transcendente de la vida, frente a tanta indiferencia religiosa, tanta desesperanza, pesimismo, materialismo e increencia que hay a nuestro alrededor. Quien da sentido a la vida humana de todos es
Cristo el Señor. “En sus manos están los destinos de los pueblos” porque El es el Señor de la Historia. El señorío de Cristo sobre todo y sobre todos, cuestiona y pone en tela de juicio la inconsistencia y vacuidad de tantos ídolos como se erigen en nuestro mundo, en la propia vida y en el corazón de los hombres.¡No adoréis a nadie, a nadie más que a El!, ¡Sólo El es el SEÑOR!. ¡Qué preciosa misión la que se nos ha confiado a los cristianos!, ¡Ser testigos
de la trascendencia y testigos de Cristo glorificado!. Sigamos animosos transformando día a día la realidad presente, haciéndola conforme al plan divino.¡¡Su reino no tendrá fin!!.
MIGUEL RIVILLA SAN MARTÍN