También hizo hincapié en los problemas inherentes a los ritmos de trabajo que deben soportar muchos adultos, que llegan hasta 14 horas al día, impidiendo que se ocupen de la educación de los hijos y de su formación espiritual.
No creo que estas declaraciones sorprendan a nadie. La semana pasada, hablando con unos amigos catequistas, salió el tema de la necesidad de impartir una catequesis a los padres de los niños que quieren hacer la primera comunión. Comentaban que esta catequesis de padres no se pude llamar directamente “catequesis”, ya que los padres recelan del “adoctrinamiento” al que suponen van a se sometidos. Curiosamente, aceptan el “adoctrinamiento” para sus hijos y lo rechazan para ellos mismos. Sin duda en este rechazo hay cierto miedo. ¿Miedo?
Miedo a cargar con otra responsabilidad más en sus vidas. Aunque sea intuitivamente, saben que ser cristiano sincero conlleva un compromiso y que tienen claro que no están dispuestos a ello. ¿Cómo podría asumir este compromiso una persona que trabaja muchas horas y ve la televisión el resto del tiempo? ¿Cómo podría asumir el compromiso una persona que el fin de semana lo tiene a tope entre las compras y una o dos salidas de tarde-noche con los amigos. A duras penas son capaces de manejar a sus propios hijos los fines de semana. "Afortunadamente", las actividades extraescolares les permiten diferir la responsabilidad de las pocas horas que pudieran tener a sus hijos en casa durante la semana. Mons Gadecki acierta al hablar de la presión socio-laboral a la que están sometidos los padres hoy en día. Presión que es al mismo tiempo una causa de alejamiento y una escusa para tener dormido el cristianismo en que fueron educados.
Saliendo del tono sarcástico anterior, es evidente que nuestra sociedad necesita sanarse. Está gravemente enferma y a duras penas nos damos cuenta de ello. La pobrísima natalidad es uno de los síntomas más claros. Evidenciamos que no queremos traer al mundo hijos para que vivan como nosotros. Muchos se dicen que para que vivan una vida sin sentido y ni compromiso, mejor que no vengan al mundo.
La sanación de la sociedad pasa por la Nueva Evangelización, que a su vez, pasa por las familias, ya que la familia es la columna vertebral de la sociedad y de la Iglesia. Sin familia no hay ni ciudadanos ni cristianos. En los países occidentales, los emigrantes son los que están cubriendo los huecos que la baja natalidad está creando. La sociedad occidental se está suicidando silenciosamente. Estamos evidenciando nuestro fracaso más rotundo y lo peor es que no nos importa lo más mínimo.
Volvamos a las palabras de Mons. Stanislaw Gadecki. Los adultos solemos alejar de la Fe a los niños, aparte de destruir lo que hubiese sembrado en ellos. Esto se hace evidente en las catequesis pre-sacramentales. Madres que traen a sus hijos con la total apatía de los padres o incluso abuelos, que traen a sus nietos casi a escondidas de sus padres. ¿A que jugamos? Los niños aprenden de la coherencia de sus padres. Las incoherencias se aprenden más rápido que cualquier comportamiento responsable. ¿Por qué? Porque el comportamiento responsable conlleva compromiso, voluntad y cierto sufrimiento. El comportamiento irresponsable ahorra todo este esfuerzo y nos permite elegir en cada momento lo que nos resulta agradable o deseable. El relativismo intravenoso.
¿Dónde está el problema con las familias? Creo que en la Iglesia nos da miedo entrar en ese campo, porque lo desconocemos.
Hago una rápida parodia que tiene bastante de experiencia personal. Cuando alguien propone una actividad eclesial pensando en la familia al completo siempre aparece la pregunta ¿Querrán venir los padres? Y la respuesta “Los padres pasan, no hay nada que hacer con ellos”. ¿Por qué no van a venir los padres? Respuesta: “Porque se van a aburrir” Pero, ¿Por qué se van a aburrir? Partiendo de la experiencia de mis propios hijos, la respuesta sería: porque los niños soportan mucho mejor permanecer sin hacer nada productivo. Los padres podemos decir que para esto no volvemos más.
Si lo niños ven que sus padres escapan del compromiso ¿Cómo lo van a aceptar ellos? La premisa debería ser: Los padres primero. Es evidente que si se desarrollan actividades familiares con objetivos y dinámicas coherentes, tanto padres como hijos desearán repetir.
Bueno, la Nueva Evangelización aplicada a las familias es un desafío que la Iglesia debe asumir sin esperar más. Benedicto XVI ha tratado el tema con claridad en Discurso de Benedicto XVI a la Plenaria del Pontificio Consejo para la Familia Roma: (1/12/2011)
"la nueva evangelización es inseparable de la familia cristiana. La familia es, de hecho, la ‘vía’ de la Iglesia, porque es el ‘espacio humano’ del encuentro con Cristo. Los cónyuges ‘no solo reciben el amor de Cristo, convirtiéndose en comunidad salvada, sino son también llamadas a transmitir a los hermanos el mismo amor de Cristo, convirtiéndose en comunidad salvadora"
También nos dijo que:
“Existen ámbitos en los que resulta particularmente apremiante dar protagonismo a las familias cristianas en colaboración con los sacerdotes y bajo la dirección de los obispos: la educación de niños, adolescentes y jóvenes en el amor, concebido como donación de sí y comunión; la preparación de los novios a la vida matrimonial mediante un itinerario de fe; la formación de los cónyuges especialmente de las parejas jóvenes; las experiencias asociativas con finalidades caritativas y de compromiso civil; la pastoral de las familias para las familias, a lo largo de la vida, valorizando el tiempo del tiempo y el trabajo y el de la fiesta. ”
Poco más es posible añadir. Ahora hay que orar y trabajar para llevar la Nueva Evangelización hasta las familias.