Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 29

Cuando se encontró y profanó la tumba del faraón Tutakamón, en el año 1922, varios de los actores del hallazgo murieron, en poco tiempo, de forma rápida e inexplicable. La sensacionalista prensa inglesa de la época inventó leyendas de maldición y terror sobre aquellos acontecimientos, novelados incluso con visión policíaca. El cine hizo el resto.

Cuando aparecen unas grabaciones malditas de diez años de antigüedad, en las que se destapan unas cloacas de pésimo olor a hongos mohosos, a mosquitos de picotazo mortal, a letreros anunciadores de muertes fatales…entonces, solamente, en ese momento, ocurren unos hechos delictivos con profundo sabor a venganza de ultratumba, o de interior carcelario.

La respuesta de los señalados es de pacotilla: la libertad de expresión no lo aguanta todo. Sí lo soporta y es necesario que se oigan las grabaciones y se abran las ventanas y todos los boquetes posibles para que el aire ventile esa fétida sentina de corrupción consentida.

Hubo un tiempo en que la Iglesia Católica despreció la libertad de expresión, la condenó, la persiguió y la condujo al Índice de libros prohibidos, listado de obras y artículos que no debían mancillar los ojos de los cristianos, fueran a dejar de ser buenos hijos de Dios.

Menos mal, que el Concilio Vaticano II abandonó aquel  espíritu inquisidor eclesial para dar paso al diálogo entre la fe y la cultura, entre la razón y teología. Hoy la Iglesia defiende la libertad de expresión, aunque existan medios informativos que tienen como contenido esencial soltar gotas de bilis anticatólica cada día las veces que les parezca. Cuando esas opiniones sean punibles existen los tribunales de Justicia para defender la verdad contra la mentira, el falso testimonio o la difamación. La Iglesia nunca hará campaña contra la libertad de expresión oral o escrita dentro de una sociedad avanzada y democrática.

Quienes pretenden amordazar, en la sociedad de hoy, a la libertad de expresión son los que no están seguros de vivir cimentados en la verdad y en la plena legalidad, porque les estorba que voces libres, medios no serviles, digan, señalen, publiquen, voceen y enseñen los malos olores salientes de cloacas y darros que nunca han sido desatrancados del lodo y el fango que se ha permitido durante años, donde los mosquitos de muerte anidan y las ratas tienen sus cobijos para engendrar más pestilencias y enfermedades incurables. Las grabaciones están saliendo cuando llegaron unos que tocaron una tumba situada en Cuelgamuros con más de cuatro décadas. ¿Se está produciendo la maldición de la cámara funeraria del faraón tan conocida como terrorífica en el desarrollo del sensacionalismo inglés?.

No me gusta sacar conclusiones de cuentos y leyendas, pero sí citar al mismo evangelio del Señor, cuando en San Lucas 9, 57-62, aparece la siguiente frase: “A otro le dijo: “Sígueme”. Él respondió: “Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre”. Le contestó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios”  Seguramente sería mejor dar la voz a todo el pueblo español. Acabarían los miedos, grabaciones, heridas, amenazas, plagios y mantendríamos la libertad de prensa tal cual está en la Constitución.

 

Tomás de la Torre Lendínez