Lo que les voy a contar me ocurrió hace ya unos días, y tal cual sucedió se lo relato a Vds.. Hago la salvedad de rigor: el protagonista del cuento es un ecuatoriano; podría haber sido de cualquier otra nacionalidad, español ¡por qué no!, pero era ecuatoriano, ¡qué le voy a hacer yo!
Tenía que hacer una reforma, un pequeño aseíto con lavabo y retrete, ni siquiera bañera, menos aún bidé, dos metros cuadrados apenas. Pedí varios presupuestos. Yo ponía todos los artefactos (lavabo, retrete, azulejos), y el albañil que lo hiciera mano de obra, yeso y ladrillos.
En uno de esos, me encuentro al otro lado del teléfono a un ecuatoriano. Le digo de quedar mañana y me dice que no, que ya mismo, que dónde estoy que quiere verlo inmediatamente. Me causó muy buena impresión. “Tiene ganas de trabajar”, me dije. Estoy con él en cuestión de unos minutos, ni siquiera una hora. Se presenta un tipo pequeño, fibroso, pelo muy corto, muy grueso y muy negro, amable y sonriente. Se llamaba Ricardo. Le enseño el escenario del crimen y le pido que me evalúe la obra. Todo tímido pero sin perder su inefable sonrisa me dice:
- Es que yo no puedo darle precio, sólo cobro por horas…
- Bueno, pero es que yo no puedo estar aquí para ver cómo van las cosas, así que necesito tener una idea de lo que va a costar, si no, no puedo dártelo.
- Es que…
- Bueno mira, vamos a hacer una cosa, vamos a intentar hacer algo parecido a un presupuesto para que yo me haga una idea. ¿Cuántos días necesitas para hacerlo?
- Necesitaré cuatro días, siete horas cada día, a diez euros la hora, me dijo con toda precisión y sin vacilar un instante.
- Bueno ¿ves? No era tan difícil. Cuatro días, por siete horas cada día, por 10 euros la hora, facilísimo, 280 euros.
Me pareció un buen precio, a decir verdad.
- Bueno, es que en realidad no necesitare cuatro días, necesitaré cinco.
- Bueno no pasa nada, cinco días, siete horas por día 10 euros por hora, 350 euros. Venga, sea.
El precio seguía siendo bueno.
- Es que en realidad no trabajo siete horas al día, trabajo diez.
- ¿Diez horas? ¿Pero no dijiste siete? ¿Te das cuenta Ricardo de que regateas contra ti mismo? ¿No te parece un poco absurdo? Bueno, a ver, cinco días, por 10 horas, por 10 euros la hora, 500 euros, ¿cerramos en 500?
- Bueno, pero es que no trabajo solo, es que necesito un peón a 8 euros la hora.
- ¿Pero no me dijiste que tú lo hacías en cuatro días durante siete horas al día y ahora ya son cinco días, durante diez horas y con un asistente?
- Sí, bueno, pero es que...
- No sé si te das cuenta de que empezamos en 280 y que ahora con tu peón y tus jornadas de trabajo inacabables ya vamos por 900.
Como pueden Vds. imaginar, por mi cabeza barruntaba ya la idea de que Ricardo no era la persona que iba a hacer mi bañito. De todos modos, y ya que nos encontrábamos allí, decidí ir hasta el final, para ver hasta donde era capaz de llegar Ricardo en su manejo de la situación. Sus siguientes propuestas no fueron menos sorprendentes:
- Además, yo no hago fontanería, yo sólo hago la albañilería.
- Ah muy bien, eso es muy interesante… ¿Y quién hace la fontanería, hijo mío?
- Mi hermano, la fontanería la hace mi hermano.
- Bueno, bueno, muy bien. Y el presupuesto de tu hermano ¿quién me lo da? ¿Me lo das tú?
- Es que nosotros nunca hacemos presupuesto…
- Claro, claro, ya me acuerdo…
Traté de imaginar una conversación igual, pero ahora con el hermano.
- Pero al menos, será un tipo serio… como tú… -añadí tímidamente…
- Sí, sí, por supuesto, de eso respondo yo…
- Ah bueno, si respondes tú… En fin, hagamos entonces todo lo que tiene que ver con la albañilería y cuando tú hayas terminado, viene tu hermano y me hace la fontanería. Novecientos euros… Un poco caro sin fontanería ni material, pero venga, tengo algo de prisa, ¿cuándo empezarías?
- Mañana.
- ¿Mañana sábado? ¡Qué bien, vamos a terminar enseguida!
- ¡Bueno, bueno, no tanto! Olvidé decirle… yo sólo trabajo los sábados…
- ¿Sólo lo sábados? ¡Pero entonces vamos a terminar en cinco semanas!
- Bueno… con un poco de suerte…
- Bueno, bueno, pero si empiezas mañana está bien. Venga ¿a qué hora quedamos? Porque necesitarás que venga a abrirte la puerta…
-… ¿A abrirme la puerta? ¿Y quién va a traer el yeso y los ladrillos? Yo necesito yeso y ladrillos para trabajar…
- ¡¡¡¿El yeso y los ladrillos?!!! ¡¡¡¿Pero no los traes túúúú?!!!
- Ah, no señor, a mí me traen el yeso y el material… y luego yo ya me pongo a trabajar…
- Bueno, pues entonces no podremos empezar hasta la semana que viene.
- Pues no…
- Bueno pues venga, vente el próximo sábado a la tarde que yo ya habré traído el material…
- Es que a la tarde no va a poder ser, tiene que ser por la mañana…
- ¿Por la tarde no? ¡¡¡¿Y por qué por la tarde no?!!!
- Porque el sábado por la tarde no se puede hacer ruido. Sólo se puede hacer ruido por la mañana… hasta la una.
- ¿Hasta la una? Bueno pues hacemos las cosas que hagan ruido hasta la una y lo que no haga ruido después de la una…
- Es que todo hace ruido…
- Entiendo, entiendo… Oye por cierto ¿y a qué hora piensas entrar?
- Yo por mí entraría a cualquier hora, pero sólo se puede hacer ruido desde las nueve.
- ¿Desde las nueve? ¿Y hasta la una? Pero eso hace cuatro horas… ¡¡¡y tú ibas a trabajar diez…!!! -añadí con perplejidad, percatándome de que la draconiana jornada de trabajo había pasado ya a mejor vida…
- ¡Ahhhh, si yo pudiera…!
- Ya, bueno, pues si mis cálculos no me fallan eso supone que terminaríamos en doce semanas…
- Sí, más o menos…
- Y luego entra tu hermano…
- Sí, sí, eso por supuesto…
- Porque de eso respondes tú…
- Sí, claro que sí, señor... mi hermano es muy serio…
- Como tú…
- Como yo…
Con un cordial apretón de manos, al fin y al cabo Ricardo no había perdido la sonrisa en un solo momento de la conversación, dimos por terminado el encuentro. Le acompañé a la puerta y luego al portal…
- Bueno, lo organizo todo y ya te voy llamando, imagino que no tienes prisa…
- Hombre, yo creo que cuanto antes empecemos mejor…
- Claro, claro, se trata de terminar cuanto antes ¿verdad?
- Sí, claro…
Ya se iba cuando me asaltó una duda, digo una duda por decir algo, porque en realidad me temía la respuesta…
- ¡Ricardo! ¡Ricardo! –le llamé, estaba ya unos metros- ¿Y los escombros? ¿Qué vas a hacer con los escombros? Porque claro, habrá que sacar los escombros...
- Ah, sí, señor, olvidaba decirle… Yo los dejo en el portal…, luego ya se encarga Vd. de tirarlos.
- Ya, ya… me lo había imaginado, no te creas… Bueno, no te preocupes, ya te llamo yo en cuanto lo tenga todo listo, tú espera tranquilo… vete mentalizando, eso sí...
Así que lo que me iba a hacer Ricardo Ricardete en 280 euros y tardaba cuatro días en acabar, terminaba costando 900, más el presupuesto de fontanería del hermano (aún por descubrir), tardaba doce semanas, más lo que tardara el hermano, a lo cual añadir que yeso y ladrillo los llevaba yo, y el escombro lo tiraba yo... no está tan mal ¿verdad?
En fin, me imagino que estará esperando mi llamada... Ricardo. Casi casi, voy haciéndolo todo yo para terminar un poco antes, y cuando esté todo hecho, y la fontanería hecha y los grifos funcionando, y el baño terminado, le llamo y le pago. Y que me pase su hermano el presupuesto. Aunque lo tenga que hacer todo yo, al menos así ganamos tiempo. Me parece que habíamos cerrado en novecientos. Si me queda bien hasta le doy una propina… Y encima, no tardo doce semanas…
©L.A.
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