Recientemente leía una carta abierta de un joven norteamericano a los sacerdotes. Es una carta sencilla pero llena de una fe sincera y de un celo por vivir santamente que creo que son reconfortantes (al menos lo ha sidopara mí) y muestra que el Espíritu Santo hace los milagros que quiere y cuándo quiere. Quiero compartirla con vosotros, esperando que os ayude tanto como a mí:
Carta abierta de los jovenes católicos a los sacerdotes, por Ryan Eggenberge
Queridos Padres,
Os escribimos esta carta porque tenemos unas cuantas cosas que deciros. Algunas son más fáciles de decir que otras, pero allá vamos.
Antes que nada, un ENORME gracias. Gracias por tener la valentía de decir sí a vuestra vocación contra-cultural. Os estaremos siempre agradecidos y nunca seremos capaces de pagaros por ello. También os estamos agradecidos por toda vuestra energía y entusiasmo que tenéis por nosotros, jóvenes católicos. Hay poca gente que nos valore por quiénes somos y que nos anime hacia la grandeza y la santidad como hacéis vosotros.
Pero como bien sabéis, los tiempos no son fáciles para nuestra generación de católicos en Norteamerica. El número de los que van a misa semanalmente es pequeño en estos tiempos. Algunos estudios señalan que sólo el 10% de los jóvenes van a misa con regularidad. Esto es, como mínimo, bastante preocupante.
Pero aquí queremos compartir algunas cosas con vosotros. Es probable que ya las sepáis, pues algunos de vosotros pertenecéis a nuestra generación. Pero queremos compartirlas de todas maneras, sólo por si acaso las ignoráis.
En primer lugar, amamos la ortodoxia. Tenemos hambre de verdad. Tenemos hambre de una lógica sensata, de sentido común, y de Jesucristo.
Un número enorme de nosotros ama las tradiciones de la Iglesia que a nuestros padres y abuelos no les agradaban mucho. ¿Sabéis por que? Porqué esas prácticas inconfundiblemente católicas nos ayudan a mantenernos firmes en un mundo obsesionado con la mediocridad, con adaptarse a él y ser "normal".
Las prácticas que nos hacen inconfundiblemente católicos – como la confesión frecuente, la adoración, el Rosario, e incluso el uso habitual del incienso en la Misa – de un modo misterioso, estas cosas nos ayudan a fortalecer nuestra identidad como católicos en el mundo.
Mientras que a veces podéis pensar que ya hay demasiado de todo esto, nosotros pensamos que hay demasiado poco.
En segundo lugar, la oración nos cuesta mucho. El mundo en el que hemos crecido es un mundo diferente de todo lo que hayáis podido imaginar. No recordamos un tiempo sin internet en casa. Nuestra capacidad de atención es vergonzosamente corta y el silencio es casi inexistente en nuestras vidas cotidianas.
Nunca aprendimos a simplemente sentarnos y "perder el tiempo" con Dios.
Rezad con nosotros. Ofrecednos más ratos de adoración. Enseñadnos las oraciones de la Iglesia, como la liturgia de las horas, la adoración y las innumerables novenas. Estamos sedientos de estas cosas y realmente deseamos hacer de nuestras parroquias casas de oración.
En tercer lugar, necesitamos ayuda sobre cómo actuar con la pornografía, el sexo y las relaciones amorosas. La cultura de la muerte está aquí, y aunque sabemos que Cristo triunfa al final, se está cobrando muchas vidas ahora mismo. Necesitamos ayuda, y la necesitamos rápido.
Más que la confesión, necesitamos más recursos y apoyo para combatir la esclavitud de la pornografía. Seamos honestos: una mayoría de los jóvenes de nuestra generación están atrapados en ella.
No es suficiente con decirnos en la confesión que necesitamos rezar más, usar más filtros en nuestro ordenador o hacer algo bueno a alguien como penitencia. Todo esto es magnífico, pero el problema se está haciendo incluso mayor.
Lo que necesitamos son personas en nuestras vidas que nos ayuden a luchar contra esta plaga. Da mucha vergüenza pedir ayuda o hablar de esta cuestión fuera del confesionario, así que, por favor, empezad a organizar programas, grupos y a movilizar a hombres y mujeres firmes y preparados para comprometerse con nuestra generación en una labor de consejo y dirección espiritual. Si vosotros no lo hacéis, ¿quién lo hará?
En cuarto lugar, no tengáis miedo de enseñar y predicar la Planificación Familiar Natural. La enseñanza de la Iglesia sobre el sexo y la sexualidad son buenas noticias. Un reciente estudio muestra que la mayoría de las mujeres católicas siguen sin estar de acuerdo con la Iglesia en ciertos aspectos de su enseñanza sobre la contracepción artificial. Sin embargo, esas mismas mujeres están abiertas a escuchar porqué la Iglesia enseña lo que enseña.
Estamos acostumbrados a escuchar muchas cosas sobre el sexo, pero de las fuentes incorrectas. La sabiduría de la Iglesia es una gracia salvadora y queremos más de ella.
En quinto lugar, predicad más sobre Jesús y que El está vivo. Muchos de nosotros fuimos a un colegio católico, pero muy pocos somos conscientes de que Jesús esta realmente vivo.
Y esto es preocupante, porque esto es el motivo por el que somos cristianos.
El hecho básico de nuestra fe es desconocido. Dado que la mayoría de los católicos aprenden sobre Dios lo que escuchan en los diez minutos de homilía, que a menudo dejan bastante que desear en términos de contenido, podemos ver porqué es así.
Por ultimo, necesitamos más oportunidades para los sacramentos en general. Es difícil para cualquiera de nuestra generación ir a confesarnos a las 3:30pm el Sábado por la tarde, especialmente para aquellos de nosotros que tenemos dos trabajos y una joven familia de la que cuidar. Poder quedar con vosotros está muy bien, pero tener al menos otra oportunidad de confesarse sería ideal.
Ya sabemos que vosotros también estáis muy ocupados. Pero si los sacramentos son realmente lo que decimos que son, entonces tendrían que estar más fácilmente disponibles. El mundo quiere saciarnos, pero nosotros estamos sedientos de la Fuente de la Vida.