Esto fue lo que Cristo nos pidió cuando llegó el momento de dejar ir hacia el Cielo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación". Pero también señaló los "prodigios" que acompañan a quienes crean y sean bautizados. San Gregorio Magnos nos señala cómo entender los prodigios, ya que las Palabras del Señor siempre tienen un sentido místico que nos enriquece:

Y el fiel que abandona el espíritu mundano y canta los santos misterios, hablará nuevas lenguas; dominará las serpientes, si con sus buenas exhortaciones quita la malicia del corazón de su prójimo; beberá licor venenoso y no le hará daño, si oye malos consejos y no se deja llevar al mal por ellos; pondrá, en fin, las manos sobre los enfermos, y quedarán éstos curados, todas las veces que, viendo vacilar a su prójimo en el camino del bien, le fortifica con el ejemplo de sus buenas obras. Y sus milagros, son tanto mayores, cuanto que son espirituales, y cuanto que por ellos despiertan de su sueño, no los cuerpos, sino las almas. (San Gregorio Magno, homilia in Evangelia, 29)

Conviene que observemos sí nosotros somos capaces de hacer lo que el Señor indica:

Nada de esto es valorado por la sociedad del siglo XXI, pero es justo lo que Cristo desea que evidenciemos en nuestra vida cotidiana. Aunque todo esto sea incómodo para la sociedad y nos traiga desprecio e indiferencia de los demás, no dejamos de hacerlo. El Señor habla de "condena" para quien no cree. Cristo nunca buscó endulzar la Buena Noticia para que no sintamos que tenemos una responsabilidad en todo lo que hacemos. Hoy parece que señalar el precipicio hace que nadie se acerque y que nos desprecien. Pero, esto es justo lo que le sucedió al Señor. Fue despreciado y llevado a la cruz para morir.
 
Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros. (Mt 5, 11-12)
 
Nadie desea ser insultado, perseguido, señalado con desprecio o ser ignorado con desprecio. Pero si predicamos la Buena Noticia completa, con todas sus partes, lo seremos. Una Buena Noticia sesgada para que no sea incómoda, tiene un resultado evidente: la vacuidad de un mensaje que ajustamos al oído de cada persona que se acerca a nosotros. Un mensaje vacío que, simplemente, va vaciando día a día los templos y alejando de los sacramentos a muchas personas.