Hace dos semanas, nos escribían a propósito de “Santa Hildegarda y la caída del cabello”: “Interesantísimo. ¿Dice algo de la psoriasis?”, y la pregunta nos recordó los insoportables padecimientos de quienes hemos visto torturados por esta rebelde afección cutánea.
Bueno, pues la respuesta es que sí. Aunque Santa Hildegarda no menciona la palabra “psoriasis”, que tiene toda la pinta de haberse acuñado muchos siglos después, dejó muchas enseñanzas sobre enfermedades de la piel, graves o leves, entre las que describe la psoriasis. Adelantaremos que la Santa dice que no es difícil de curar.
Santa Hildegarda describe tres distintas afecciones graves de la piel a las que en conjunto llama “lepra”, que para ella no es solo la enfermedad de Hansen como la llamamos ahora. De las tres afecciones graves, la tercera de ellas, la roja, probablemente sea la psoriasis en su estado final: “anchas zonas de heridas como cortezas de árbol bajo las cuales hay carne rojiza”.
La Santa explica las distintas causas de estas enfermedades (íb., 342-345) y habla también de los daños causados por la bilis que, “cuando sobreabunda, se esparce por el cuerpo sufriendo de este modo en sus carnes unas especie de fisuras o pinchacitos hasta que se corrige el exceso de bilis”, lo que tal vez también se refiera al comienzo de las alteraciones en la piel (íb., 304).
Más adelante, el mismo libro expone un remedio (íb., 435-437) que no traeremos aquí porque el libro de “Causas y Remedios de las Enfermedades” es un libro más bien para médicos, y sería conveniente que fuera un facultativo quien lo explicase.
En cambio, en la “Physica”, que es un manual para profanos que explica la utilidad de las cosas creadas más corrientes, vienen muchos remedios para enfermedades de la piel que se pueden aplicar a la psoriasis, como este caso real que publicó “Was ist Hildegardmedizin?”:
Un adulto se dirigió al Presidente de la Liga (austriaca) de Amigos de Santa Hildegarda, en demanda de ayuda para una psoriasis que le amargaba la vida desde su infancia y juventud. A su vez Posch, pidió consejo al Dr. Hertzka, el pionero de la medicina hildegardiana, quien le remitió al capítulo “Liebre” de la Physica (“Physica”, libro 7º, cap.18), donde dice: “Vierta encima de la lepra de una persona la bilis de la liebre, sin mezclar con nada. Si lo unta a menudo, la trama de la lepra se caerá y la persona sanará. La bilis de la liebre es muy útil para esto. Las otras partes de la liebre no tienen mucho uso para medicina”. Sonaba raro, pero el enfermo, que había probado ya tantos medicamentos y potingues, se fue al mercado, compró tres liebres frescas, las sacó la vesícula y se exprimió su bilis sobre la piel.
Inmediatamente sintió un dolor agudísimo, profundo y ardiente. Pero no se desalentó: Puso las vesículas en el frigorífico y durante tres días estuvo poniéndose el resto de la bilis de liebre sobre la piel martirizada. Al tercer día la piel estaba limpia y sonrosada como la de un niño, y pronto tomó el aspecto normal de la piel de un adulto sano. Desde entonces la psoriasis no se le ha vuelto a repetir, dice Posch.
En otro lugar, Santa Hildegarda recomienda raíz de azucena (Lillium candidum) (“Physica”, 1º, 23): “Tome el extremo de una raíz de azucena y macháquela vigorosamente junto con manteca de cerdo añeja (esto es, no fresca). Derítala en un plato pequeño y pásela a un vasito. Entonces, despues de haber calentado el ungüento, úntelo frecuentemente a quien tenga lepra blanca y se curará. La lepra roja se puede curar de la misma manera.Y si alguien tiene un sarpullido, beba leche de cabra y la erupción lo dejará inmediatamente. Tome también el tallo y las hojas de las azucenas, macháquelos para extraer el jugo, amáselo con un poco de harina y unte con él la parte del cuerpo donde padece el sarpullido. Antes de utilizar esta pomada siempre debe utilizar leche de cabra. Además, el olor de los primeros brotes de zucenas y el olor de las flores hace feliz el corazón del hombre y le suscita pensamientos correctos.”
Como siempre en Santa Hildegarda, hay que suponer que no solo cabe emplear azucenas, sino tambien cualquier otra especie del género Lillium:
Para una “sarna pequeña en la piel”, (con lo cual puede referirse a cualquier sarpullido) recomienda serpol o serpillo, el tomillo rastrero (Thymus serpillum): “Una persona cuya carne este enferma como si la sarna le estuviera creciendo debe comer a menudo serpol con la carne o cocinado en puré. Su carne se purificará desde el interior y se curará. Y quien tenga un poco de sarna en la piel, machaque serpol con manteca de cerdo fresca y haga una pomada. Cuando se unte con ella se curará. Y quien tenga el cerebro enfermo como si estuviera vacío, pulverice serpol y mézclelo con harina fina de trigo y agua. Haga tortitas con ello y cómalas a menudo y su cerebro mejorará”.
La Physica trae más remedios para enfermedades de la piel: sysemera (hierba de Santa María, para la "lepra" en general), orégano ("lepra roja"), agrimonia ("lepra por incontinencia"), gladiolo ("lepra reciente"), tomillo ("lepra" en general), cardo (para las erupciones), abedul (cuando la piel se enrojece y forma pústulas) y alguno más, pero seguramente con lo dicho basta para probar. Que haya suerte y por favor, manténganos informados.
José María Sánchez de Toca
Rafael Renedo Hijarrubia
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(Librería Bertrand). C/ Fuencarral, nº 141. 28010 - MADRID. Tfno: 914455631)