Una chica de mi grupo me decía: “aquí meten mucho miedo”. Me costó trabajo hacerle ver lo positivo. Gracias a Dios, al final, lo vio. La Virgen le hizo esa misericordia. Entendió que cuando se te regala el don de vivir las cosas desde el corazón, el miedo y el aburrimiento dejan de existir. El pecado, el cumplimiento, el rosario y la piedad no te restan sino que te alimentan y abren perspectivas. En Medjugorge la Virgen María reparte con el permiso de su Hijo, como dicen los videntes, mucho Espíritu Santo entre los peregrinos. La prueba es la alegría del pueblo. Existe allí una alegría especial que no puede brotar de otra parte sino de un don de piedad bastante generalizado. El peregrino aunque esté quebrantado se siente amado. Más que hacer oración, es la oración la que se hace en ti. Sólo los racionalistas y los que no son capaces de salir de sus juicios se pierden ese gozo especial. El don es para todos. El que, al pasar los días, no lo sienta, debe pedirlo sin hacer caso de sí mismo y de sus razones.


Al llegar el año pasado, oímos decir en la primera eucaristía al Padre Tomislav Ivancic: “No miren ustedes a su pecado, miren los ojos de misericordia con los que Dios y la Virgen los ven”. Una frase así marca una calidad teológica insuperable. El que la entienda vive desde el corazón. Pero, ¿cuántos de los peregrinos viven de esa experiencia? No obstante, ese es el gran regalo de Medjugorge. Todos los que se convierten aquí se les ha concedido la gracia de sentir desde el corazón, de vivir a nivel de don, de entrar en la órbita del Espíritu Santo. Sienten a Dios y se ven felices con algo hasta ahora desconocido. Pueden ser muchas cosas pero siempre se perciben como amor. Uno siente que Dios le está amando personalmente.


Para entrar en Medjugorge en profundidad hay que ponerle debajo una buena teología porque de lo contrario nos puede meter hasta miedo. ¿Por qué? Porque si te hablan del pecado, de las obligaciones, del rosario, del ayuno al nivel moralista corriente es más de lo mismo que, al final, acabará por frustrarte más de lo que has venido. Sin embargo, no es así: aquí hay gratuidad, hay revelación, se entienden y viven las cosas desde el corazón, se vive a nivel del don.

 


¿Qué sucede con los peregrinos que vienen de occidente? Generalmente la gente que va a Medjugorge es devota pero muy poco formada y lo que es más grave de formación y extracción de grupos que no han acogido de buena gana lo que nos ha dicho el Concilio. Son gente que sigue viviendo en el miedo, en el esfuerzo moralista, con muy poca experiencia de gratuidad. El Espíritu Santo para ellos no pasa de ser un concepto y un artículo de la fe pero sin experiencia real de su obrar en nosotros. No viven de los dones del Espíritu ni de sus frutos; son ellos los que se fabrican su esfuerzo religioso. Están a gusto en Medjugorge porque la Virgen es madre y la sienten pero apenas pueden entender el punto clave de la espiritualidad de Medjugorge que es el de orar con el corazón. Lo confunden con una oración de tipo devoto y sentimental. El problema es que esta gente entiende muy poco y le hacen decir a la Virgen lo que ellos quieren que diga y todo lo interpretan desde sus coordenadas moralistas. No obstante, se enganchan a Medjugorge porque su atractivo espiritual es muy grande.

 


Aunque algunos años la predicación y el culto bajen de tono, hasta ahora en Medjugorge no se ha perdido nada. La fuerza principal ahí está presente y afectándonos a todos. Sigue la tremenda limpieza de alma y sencillez de corazón de los seis videntes. Siguen los cambios de vida, la fe en las apariciones, en la misericordia y en el poder de la Virgen. Persisten las ganas de rezar y no ha disminuido la interiorización. Gracias a Dios los videntes no dejan de utilizar la expresión “orar con el corazón”. Esto en teología significa orar a nivel de don. En Medjugorge los sencillos entran fácilmente en este nivel aunque nadie puede acceder por sus propias fuerzas ya que es sobrenatural. Vicka dice que a orar con el corazón no se llega estudiando sino con la oración. En él la experiencia de Dios es elevada por encima de lo humano y comienza el Espíritu Santo a tomar la iniciativa. Es una visión de alta definición que hace verlo todo distinto. Entrar en el corazón quiere decir superar los temores serviles, sentimentalismos, devocionismos, fideísmos baratos, la compra de lo divino con  sacrificios personales, con promesas, con la fe esforzada y tensionada, en definitiva, con el empeño humano sentimental y racional de granjearse el favor de Dios. No es que estas cosas sean malas; el que no sepa de otra forma, debe de actuar como pueda. De lo que se trata es  que Medjugorge nos llama a un nivel más elevado, que es el del corazón.

 


Cuando el Espíritu por medio de María te da el actuar con el corazón puedes recibir el don de la oración, del rosario, de la confesión, del ayuno, de la conversión y cambio de vida, del abandono y de la entrega, el don del sufrimiento e incluso, por lo que he visto en las confesiones, el don de morir en paz. Cada uno cuando es elevado al nivel del don recibe lo que más necesita en dicho momento. Acceder al nivel del corazón no significa que subas a ese grado en todos los aspectos de tu vida. Puedes tener varios dones y vivirlos con el corazón y, no obstante, faltarte otros como el rosario, el ayuno, el sufrimiento.

 


Los videntes insisten mucho en pedir los dones de la oración, del rosario, de la confesión y, en un tono un poco más bajo, el del ayuno. Los dos primeros son emblemáticos en Medjugorge. Esta aldea es un lugar de oración y de gracia, y muy especialmente del rosario. Así se lo pide la Virgen. En cuanto a la confesión es obvio. El orar desde el corazón o vivir a nivel del don no es posible para las personas que viven habitualmente en un pecado mortal subjetivo. Necesitan conversión, es decir, aclarar y entregar su situación mediante la confesión. Ésta, en Medjugorge, no es una práctica moralista sino una exigencia espiritual. Comienza a ser moralista cuando te señalan tiempos y fechas para hacerla fuera de lo que siente tu corazón. El ayuno, en cambio, es una exquisitez o refinamiento del don. Se puede vivir hondamente Medjugorje sin tener ese don. No es nada extraño, por otra parte, que la Virgen lo pida dado el hedonismo, el consumismo y el materialismo de la vida actual. Un crecimiento fuerte y sostenido en la gracia santificante lo exige, al menos, en sentido amplio. No obstante, nadie está obligado ni debe turbarse si no puede con ello.  Es un don. Si alguien quiere ayunar fuera del don, desde sus propias fuerzas, puede hacerlo, pero debe saber que es cosa suya. Si fracasa no podrá echar la culpa a nadie. Conviene sin embargo pedirlo como don para poder hacerlo con el corazón.

 


Yo creo que en Medjugorge se vive en un ambiente de don. Suele prolongarse, al menos, los días que está uno allí. La mayoría de la gente no lo formula porque no tienen experiencia ni están preparados, pero hay suficientes signos. No es nada extraño, por lo tanto, la cantidad de conversiones que suceden. Hay una presencia fuerte que no tiene nada de sugestión. La mayoría de la gente, a veces muchos miles, no tienen nada en común y están liderados por personas muy distintas. Lo único que existe en común es esa vibración ante algo que todo el mundo presiente. Podría decirse que hay un “timo”, que son las apariciones diarias, pero los timos que cambian la vida de uno, y no a peor, no son tales sino gracias.

 


La gente que no ha estado nunca en Medjugorge tiene muchos miedos y piensa en todo tipo de manipulaciones. Desde dentro no se tiene ningún miedo sino plenitud y agradecimiento. Donde actúa el Espíritu Santo la razón no sabe dónde colocarse y por eso se engendran miedos racionales. Los que perciben algo del Espíritu no tienen ningún miedo. Hay dos dones del Espíritu que equilibran el cúmulo de experiencias que allí se viven. Por una parte está el don de inteligencia, por el que entendemos los misterios de Dios. Cuando uno vive desde el corazón, el don de inteligencia coloca cada misterio en su sitio. Desde ahí nadie hace a la Virgen una diosa ni la pone fanáticamente en el centro de su piedad sino que entiende que María es un don del Espíritu y que no nos lleva a ella sino a Jesús. En Medjugorge no se crea una nueva religión. Todo lo que sucede allí es un carisma, y nada más, un carisma poderoso, que en la definición de San Pablo es una manifestación del Espíritu para el bien común o el bien de la Iglesia. Dios quiere que en los tiempos actuales el Espíritu ayude y consuele a la Iglesia mediante las apariciones de la Virgen. Perfecto, nada hay que objetar y sí mucho que agradecer.

 


Otro de los dones con los que el Espíritu controla el sentimentalismo y fanatismo que podría darse en Medjugorge es el don de piedad. Con este don te sientes a gusto con las cosas de Dios. En Medjugorge funciona dándote ganas de orar, de interiorizarte, de asistir a todo y escuchar todo lo que puedas. Si hay una aparición no te la quieres perder, si habla un vidente, lo mismo, si es tiempo de Misa o de adoración, allí quieres estar. Esta piedad es incomprensible para uno que viva fuera del don y no perciba el ambiente desde el corazón. Cuando ves a un peregrino que va por lo libre y no tiene ansiedad espiritual es que todavía no ha entendido nada, está en sus razonamientos humanos y por lo tanto en sus gustos. Se puede incluso extrañar y llamar fanáticos a los que son atraídos a todo desde el corazón.

 


El Espíritu de Jesús resucitado utilizando a María es la base sobrenatural y el eje sobre el que se monta la experiencia de Medjugorge. Eso queda completamente claro y ese es el mayor gozo para todos los que hemos sido iluminados allí. A nivel humano, sin embargo, los videntes siguen siendo los personajes imprescindibles. Son los que mantienen el anuncio y el kerigma medugoriano. Año tras año nos siguen contando los hechos. Lo llamo kerigma porque se parece a lo de los apóstoles que, como testigos de la resurrección, nos la anunciaron. Son enormemente parecidos en lo que dicen, como lo fueron los apóstoles. Treinta años sin desviarse, sin acomodar el mensaje, sin interpretarlo a su manera. Hasta ahora, al menos, ni un Judas ha salido de entre ellos.

 

 
El Papa Benedicto XVI, tiene una teología maravillosa sobre el tema de la justificación que es en la que quiere la Virgen que se interpreten sus mensajes. Coincide con la teología de gratuidad. La teología de la gratuidad parte del hecho de que Dios toma la iniciativa en todo. Él nos amó primero, el murió por nosotros, el nos busca. No sólo la primera vez sino en cada segundo de nuestra existencia. Nos busca y nos ama, por tanto, tal como somos y tal como estamos. La razón de su amor no son nuestras buenas obras o comportamientos. Aunque estemos en pecado, aunque los sigamos cometiendo, él nos busca y sigue queriendo encontrarse con nosotros. Es verdaderamente el Padre de la parábola que sale todos los días esperando divisar al hijo que vuelve a casa.


Dios por medio de Jesús nos amó cuando éramos enemigos, nos recogió cuando estábamos tirados en la cuneta de la vida. Cargó con todos nuestros pesos y los llevó a la cruz para resucitarlos y, por tanto sanarlos. El tema está en aceptar esta acción salvadora de Dios en Jesucristo. San Pablo lo formula así: si aceptas morir a tus pecados, los sepultas con Cristo, se los entregas, entonces vivirás de su vida, de su poder, y de todos sus dones. El pecado da mucha vida, los hombres queremos ser nosotros mismos, no queremos ser salvados por nadie. Nos gusta dominar, resolver nuestros asuntos, salvarnos por nosotros mismos.



A mucha gente no le interesa la acción de Dios sobre su vida, más bien prescinde de él y le siente como un estorbo. Viven de los intereses del mundo y ponen en ellos toda su esperanza. Otros, sin embargo, más dóciles, son movidos por el Espíritu de Dios y buscan aquello que les complete y llene su alma. De estos van muchos a Medjugorge. Necesitan encontrar a un Dios que se les muestre, que les salga al paso, que les convenza de que son amados y valorados. Estos necesitan una teología de gratuidad en la que Dios pueda ser Dios. Tal vez no puedan salir del pecado pero lo desean, al menos inconscientemente, y necesitan algún fundamento estable de su vida.



Muchas veces en Medjugorge no se percibe esta orientación teológica, pese a ser la de los primeros intérpretes. Este mismo año nos decía Iván que no nos dejáramos intimidar y engañar, que la Virgen se presenta siempre como madre de esperanza. Las palabras de los videntes suenan a ternura, a intimidad, a confianza con María. La Virgen es un don del cielo, es una embajadora del Espíritu de Jesús resucitado. No viene a llenar nuestra vida de nuevos pesos, ni a cargarnos con tareas insoportables, ni a amenazar o meter miedo, ni a colmar nuestra vida de exigencias éticas o morales, ni a implantar una ley como la de los judíos; viene desde la gracia, desde el perdón y la misericordia. Si alguna vez nos impone algo es para abrir un hueco a la misericordia. Dada nuestra inclinación a buscar nuestra vida, nuestro placer e intereses, a veces 
nos habla de luchar contra el pecado, de ayunar, de sacrificarnos pero no al mismo nivel. No es una lucha de pecado y contrapecado en nosotros sino de pecado y de gracia. El pecado sólo lo vence la gracia pero no están en el mismo nivel. Si lucháramos contra el pecado y lográramos vencerlo desde nosotros mismos no por eso tendríamos gracia; la gracia y la salvación son puro don de misericordia. La entidad de nuestra salvación no está en nosotros sino en Dios; nuestra justicia no está en nosotros sino en Cristo.




De ahí que los que predican la ley en Medjugorge y dan cancha al demonio y quieren convertir a la gente desde sus esfuerzos y sacrificios y obligan a confesarse cada semana y a seguir métodos de vida y a llenarse de propósitos y propalan miedos y negruras hablando de terrores milenaristas, son gente que están fuera de toda gratuidad. Esta gente, cuya estirpe ya existió en Lourdes y Fátima, amenaza apocalípticamente con los siete sellos o secretos, las siete trompetas y las siete copas del furor de Dios pero no son más que profetas de calamidades, como decía Juan XXIII. Falsean todos los mensajes y como su discurso tiene apariencia de piedad (Col 2,23), engañan a muchos pobres que, en vez de percibir misericordia cerca de la Virgen, les entra miedo.



Esta gente no es mala; simplemente piensan que nos salvamos por las obras, que el cielo hay que ganarlo, que cuanto más pesado sea el yugo que uno se carga muchos más méritos tendrá. Buscan la bondad en sí mismos, no creen en la sangre de Cristo, no se imaginan a Dios cargando sobre Jesús el pecado de toda la humanidad. Quieren tener su cuota de mérito y de gloria en su salvación. En el cielo no cantarán sólo la gloria de Dios sino que reivindicarán un poquito de la suya. No han entendido el don y, por tanto, nunca orarán desde el corazón. No hacen caso de aquellas palabras de Jesús que dice
: Mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mateo 11, 28-30). ¿En qué consiste este "yugo", que en lugar de pesar aligera, y en lugar de aplastar levanta? El "yugo" de Cristo es la ley del amor, es su mandamiento, que ha dejado a sus discípulos (cf. Juan 13, 34; 15,12).



Medjugorge es una gran experiencia. Se siente el misterio de Dios a través de María. Hay multitud de conversiones como podemos atestiguar todos los confesores. Ahora bien, en el momento de explicar esa experiencia y ponerle palabras muchos no saben qué decir y cómo decirlo. Algo llega a ti y te inyecta nueva vida cambiando tu corazón, mas en el momento de contarlo te quedas casi mudo. Lo disfrutas, lo sientes, lo ponderas, lo vives pero los que no hayan tenido las mismas vivencias no te entienden casi nada. No hay una teología debajo que te dé palabras para explicarlo. Lo explicarás desde tu formación religiosa, la que tengas, sea buena o sea mala y muchas veces lo falsearás. Yo me he encontrado con gente que ha tenido una gran experiencia y le he tenido que prestar palabras para que lo entienda y lo explique. No es ninguna broma tener una buena teología cuando se tiene una gran experiencia religiosa.