No es lo mismo bailar, al estilo de las Jornadas Mundiales de la Juventud, en las cuales, se da una celebración espontánea, lo cual, es una expresión normal de lo que significa ser joven, que caer en una visión sentimentalista y superficial de la fe. La pastoral juvenil necesita ser restructurada, especialmente, en lo que tiene que ver con la formación de los que forman, de los que acompañan, de los que coordinan. Es urgente dar paso a la experiencia de Dios, a partir de espacios de encuentro con uno mismo y con los demás, sin que esto signifique organizar actividades ridículas e inmaduras, como tener que enlodarse en el fango durante los retiros, con el objetivo de hacerlo más “divertido”. Lo pongo entre comillas, pues aunque me considero alguien que sabe divertirse, no le encuentro ningún chiste o sentido a una actividad que podría encontrar en cualquier otro tipo de grupo. Cosa distinta, cuando se organiza una fogata y se comparte con naturalidad, es decir, sin presiones, la música, la cena y la vida. ¡Esto es más alegre, atractivo y formativo! Recordemos que Dios también se hace presente cada vez que nos encontramos con los que nos rodean.
Otra cosa que es muy frecuente, es la de quitar cualquier espacio de encuentro casual o informal. Se quiere regular hasta el último minuto. Luego, al estar finalmente en la capilla, el monitor que lee la reflexión no se calla, sigue cantando o, más bien, entonando melodías con un teclado que suena muy parecido al “carrito” de los helados. ¿Y Jesús?, ¿cuándo se le da el uso de la voz? No se trata de tenerlos en una meditación interminable, sino de dar paso a unos minutos de encuentro, de escuchar la voz de Dios a partir de la propia vida, del camino recorrido.
Afortunadamente, las cosas están mejorando. Conozco a varios sacerdotes, religiosas y laicos que se han dado cuenta de la realidad y, que a través de un diálogo sincero con los jóvenes, van construyendo una nueva metodología, haciendo de la pastoral juvenil una experiencia significativa, tomando en cuenta la edad y momento de los diferentes participantes que normalmente se agrupan por etapas. Busquemos, ante todo, aclarar los puntos más confusos de la fe, favoreciendo la vida humana y espiritual de los jóvenes, sin olvidar la importancia de involucrarlos con algún apostolado en particular. Es más evangelizador llevarlos a convivir con los ancianos, que tenerlos saltando en medio de dinámicas que ya no responden al signo de los tiempos.