El Palacio está rodeado de un jardín frondoso y antiguo. Dejo el camino y me acerco a unas encinas viejas. Hiedra a la sombra del muro. Y perfume de flores que no sé distinguir.
-Buenos días, querido amigo. ¿Le he dado las gracias por escribir un libro sobre las ideas que el Espíritu me iba soplando cuando estaba en su lado del espejo? No se preocupe si no es un éxito, ya sabe que no somos del mundo, como se nos advirtió.
-Buenos días, siéntese, por favor. ¡Me alegra verle!
-He venido en su ayuda. No, no me pregunte otra vez cómo lo sé. Ustedes olvidan pronto las pocas lecciones que deberían saber hace mucho tiempo... Olvide sus tentaciones, eso sí. Y hágalo de la misma forma en que olvida a las moscas en verano: como mucho da usted un manotazo al aire o se frota la nariz. Pues ¿qué esperaba? Veo a muchos orgullosos como usted decir que "son una mierda", lo cual es una exageración producto de la soberbia, desde su punto de vista, y una verdad como un templo desde el mío, desde el nuestro. Verdaderamente, el ser humano es bello y todos los seres humanos son necesarios: recuerde a Santa Teresita cuando escribió que no todos podemos ser hermosas flores en el jardín de Dios; hay árboles, rosas, azucenas... Y florecillas humildes, hierba... Y, añado, caca. Excrementos.
No me mire así. La degradación de la belleza del ser humano es igualmente real y se la debemos a una trinidad estúpida: Adán, Eva y la serpiente. Así que cuando los orgullosos como usted, en un ataque de falsa compunción, dicen que "son una mierda", están diciendo la verdad. No acierto a comprender por qué no entiende que las moscas van a los excrementos, es decir, que las tentaciones le acosan. ¿Qué otra cosa podría esperar? Naturalmente, a la degradación inicial se van uniendo sucesivos descensos en nuestro viaje al abismo de la indignidad. No es necesario que le repita que los santos lo han visto con mucha claridad, tanta que algunos han pedido a Dios que los pusiera al sol de la penitencia toda la vida para secar la destilación purulenta y ahuyentar a las moscas de la boñiga.
No se escandalice. Las heces están presentes en la Biblia con cierta frecuencia y siempre vinculadas al núcleo de nuestra salvación: la Pasión del Hijo. Vea Isaías o algunos Salmos. Vea, o recuerde, el terrible lamento, "apurar el cáliz hasta las heces". En general, tratamos de dulcificar los Libros Sagrados y no nos atrevemos a mirar a la cara la Palabra escrita cuando nos saca los colores.
Y, sin embargo, le he dicho que era verdad que es usted estiércol. Acéptelo. El estiércol es humilde -no puede no serlo- y, en consecuencia, es fértil. Solo la humildad es creadora. El estiércol fertiliza la tierra y hace que de ésta broten las flores de Santa Teresita y los árboles del Edén. No tema ser estiércol. Si Dios le ha asignado ser estiércol, ¿va a rebelarse el jarro contra el alfarero? ¿El pincel contra el Artista? ¿Por qué envidia ser flor o golondrina?
Es abono, excremento, bosta, gallinaza (porque, además, es usted cobarde).
Y ser todo eso es, fíjese, bello y bueno. Y fértil. No quiera ser flor. Usted, hundido en la tierra, corroído por gusanos e insectos, hongos y moho, dará mucho fruto en esa oscuridad ciega y maloliente. No, no se ponga dramático ni heroico, es lo que toca, siervo inútil.
Me costó sangre y mil angustias entender esta obviedad: "lo que pasa es lo que toca", y, sobre todo, aceptarla. Cuando lo hice estaba cerca del otro lado. Fue un consuelo. Chéjov no sabía -ahora, sí lo sabe- que el hombre vuelve a ser mariposa. Pero no en este valle de lágrimas.
El monje se había ido, si es que alguna vez había llegado. La encina seguía en su puesto, bajo el sol; y una cagarruta de perro, seca como una piedra, me recordó a los Padres del Desierto:
-Tienes tentaciones de impureza porque duermes mucho y comes demasiado.
Era Abba Macario, creo.