Sabemos todos que el Papa Benedicto XVI ha convocado un Año de la Fe, que dará comienzo el 11 de octubre, y se clausurará el 24 de noviembre de 2013. La finalidad nos la dice el mismo Santo Padre: celebrar los 50 años de la inauguración del Concilio Vaticano II, y los 20 años de la publicación del catecismo de la Iglesia Católica.
Lo que el Papa desea es que, con este motivo, pongamos todos los medios para reavivar la llama de la Fe, de tal manera que salgamos de la posible apatía, o tibieza, en la que nos podamos encontrar. Los católicos necesitamos dar un estirón. Es urgente que crezcamos sin complejos ni miedos. El mundo nos necesita. Hay una tremenda crisis de valores que está dando al traste con la vida social y todas sus instituciones. Ahí tenemos el drama de tantas familias rotas, de los niños desamparados en un ambiente de desamor, los jóvenes que parece que su única aspiración es la fiesta o la orgía sin control, la economía que no termina de levantar cabeza, el pavoroso problema del paro, la violencia, el aborto, la lujuria desatada… Tristemente es una realidad. Solo basta asomarte a la calle para ver a los pobres que están pagando las consecuencias de tanta miseria moral.
El mundo necesita a Dios urgentemente. Y los creyentes nos podemos guardarlo en el bolsillo pequeño para, de algún modo, domesticarlo y tenerlo a nuestro servicio. En la carta de anuncio del Año de la Fe “Porta Fidei”, dice Benedicto XVI: No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta. Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf Jn 4,14).
Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf Jn 6,51)
Aquí tenemos materia para meditar y examinar nuestra conciencia. Sal, luz, Palabra y Eucaristía. Estas son las claves para intentar vivir un Año de la Fe con buen provecho para el alma. No dejes pasar los días en balde, ni te limites a esperar su clausura con los brazos cruzados. El Señor nos está dando talentos a manos llenas para que “negociemos” con ellos. Al final nos pedirá cuentas del trabajo realizado.
Seguiremos comentando el pensamiento de Benedicto XVI, que da mucho de sí.
Juan García Inza