Los referentes para un cristiano son siempre los mismos: La Sagrada Escritura. El Magisterio oficial de la Iglesia. La Tradición. Quien prescinde de alguno de ellos, corre el peligro de desviarse. Según esto, ante la muerte de cualquier persona, haya sido o no cristiana, o de proceder distinto al cristiano en su vida, lo más prudente es tener en cuenta estos referentes, para no “meterse en camisa de once varas” o asumir un papel que a nadie, absolutamente a NADIE corresponde.

*El único juez de vivos y muertos es Dios. Solo Él conoce lo que hay en el corazón del hombre. Sus designios son inescrutables e insondables.

*Al morir tiene lugar el juicio particular. El alma desde ya, estará salvada o condenada, en espera del Juicio universal, que tendrá lugar tras la resurrección de la carne.

* El cristiano puede y debe orar por cualquier difunto, pues su alma quizá necesite purificación. Nada manchado podrá entrar a la presencia de Dios.

Esta es la fe de la Iglesia, como es su fundador, Jesucristo AYER, HOY Y SIEMPRE.

Miguel Rivilla San Martín