Lo poco que los humanos sabemos del Ser Supremo, del Infinito, del Absoluto, del Incomprensible, del Omnipotente, del Omnisciente, del Omnipresente, del Único Dios y Verdadero, no es por razonamientos o silogismos mentales, al tratar de exprimir nuestra inteligencia limitada y finita, sino por revelación del mismo Dios.
Gracias a la Palabra de Dios encarnada en el vientre de María ( Jesucristo), el hombre puede atisbar –nunca jamás comprender- el misterio insondable y el océano infinito de la Divinidad.
Esta Palabra inefable (Jesús) nos reveló que Dios no es el gran Solitario, como enseña el Islam, presentando a Dios como separado del mundo y exigiendo de sus criaturas la adoración y la sumisión total e incondicional. Cada musulmán es un “abd” de Dios, es decir siervo y adorador de Dios.
El mensaje original de Jesús fue presentarnos al único y verdadero Dios, como una Familia en tres personas (Padre, Hijo y E. Santo) interrelacionadas y comunicadas entre sí, manantial infinito de Amor y de Vida, del que procede todo cuanto existe visible e invisible( creación).
A formar parte de esta familia es llamado el hombre, quien, por su unión con Jesús( bautismo) pasa a ser considerado hijo adoptivo de Dios. Ya no somos siervos, esclavos, sometidos a la omnímoda voluntad divina, sino por regalo del mismo Dios (gracia santificante), somos sus hijos, hermanos de Jesús y con derecho a la herencia común, la gloria del cielo.
El Dios cristiano es un Dios comunicativo, cercano, próximo, amigo y padre de los hombres, que quiere que "todos los humanos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad," es decir, participen de su misma vida –AMOR - y se esfuercen en vivir como hermanos en paz aquí en la tierra, como en el cielo. Esta es la petición del Padre nuestro: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo"
Esto es lo que nos llena de alegría plena y lo que recordamos cada vez que nos signamos en la frente, en el pecho y los hombros al hacer la señal del cristiano y celebramos en la fiesta de la Sma.Trinidad-dogma fundamental de la fe cristiana-.
MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN