Resumiendo lo que hemos dicho sobre la Internacional, salta a la vista que tenemos enfoques de vida completamente distintos; más que distintos, con frecuencia, contrarios. Si queremos la unidad y el bien de la humanidad, unos u otros hemos de cambiar nuestros principios o, al menos, comprender los de los otros. Mientras nuestros criterios sigan siendo contrarios, no habrá manera posible de llegar a la unidad.
No me he equivocado en el título, no. Goliat comparándole con David, no es el fuerte sino el débil; no es el vencedor, sino el vencido a pesar de su fuerza y de su armadura. David que sólo cuenta con su honda y con cinco guijarros. El mundo está sentenciado. Jesús dijo: “No temáis, yo he vencido al mundo”. La Iglesia vencerá como el pequeño David al gigante Goliat.
Los que creemos en Dios y quienes lo marginan tenemos una visión distinta sobre lo que es el hombre y lo que es la vida. La fe en Dios para los cristianos es la raíz que consigue la victoria. Por el contrario, la falta de fe, por muchas que sean las victorias, nunca llegarán a la victoria final, porque en realidad la victoria final será de Dios. Es el Señor el rey del mundo, pero no vence con la imposición ni por la fuerza de medios humanos, sino con la fuerza de los creyentes, capaces de ofrecer sus vidas hasta el martirio, cumbre del amor, y las ofrecen por el mundo y perdonando a sus enemigos, cosa que el mundo es incapaz de comprender. Es la victoria de Cristo contra las potencias del mal. Así lo creemos los cristianos.
Unos creemos que Jesús es el único salvador y otros se consideran a sí mismos como salvadores.
Unos creemos en Dios y otros prescinden de Él, o van contra Él.
Unos vemos a Dios como Padre de todos los hombres, y otros lo persiguen porque estorba a sus planes.
Unos quieren imponerse por la fuerza y otros, queremos que nuestro amor brote del amor que Jesús ha derramado en nuestros corazones.
A través de toda la historia se han visto los frutos de ambas actitudes. Recordemos lo que dijo David a Goliat: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en nombre de Yahveh, Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado”. (1 Sam. 17,45).
Invito al lector a leer dos pequeñas citas tomadas de los salmos 2 y 3 en los que se respira la confianza en el Señor: "¿Por qué se agitan las naciones, y los pueblos mascullan planes vanos? Se yerguen los reyes de la tierra, los caudillos conspiran aliados contra Yahveh y contra su Ungido: ¡Rompamos sus coyundas, sacudámonos su yugo!. El que se sienta en los cielos se sonríe, Yahveh se burla de ellos" (Sal. 2, 1-4).
"A voz en grito clamo hacia Yahveh, y él me responde desde su santo monte. Yo me acuesto y me duermo, me despierto, pues Yahveh me sostiene. No temo a esas gentes que a millares se apostan en torno contra mí. ¡Levántate, Yahveh! ¡Dios mío, sálvame! Tú hieres en la mejilla a todos mis enemigos, los dientes de los impíos tú los rompes. De Yahveh la salvación. Tu bendición sobre tu pueblo." (Sal. 3, 6-9).
Hay dentro y fuera de la Iglesia muchos que han ofrecido sus vidas por grandes ideales. Los mártires la han ofrecido por una persona: Jesús. Infinidad de creyentes, sin llegar al martirio cruento, han sido grandes testigos del amor; también han ofrecido sus vidas a una persona, a Jesús. No han buscado lo que todo el mundo busca, sino que han renunciado a ello y se han dedicado a imitar a Jesús porque se han sentido queridos por Él. Se han metido de lleno en la lucha por el amor a la que les ha invitado Jesús. Saben que sólo el amor triunfará y nos llevará a la victoria final prometida por Jesús. Nunca nos ha fallado y nunca nos fallará. El camino no es fácil, pero Jesús no nos puede fallar. Testigo, la HISTORIA. Es cierto que caminar hacia la victoria final le ha supuesto y le supondrá a la Iglesia persecución y derramamiento de sangre, pero también lo es que, a pesar de ser perseguida, no se ha logrado privarla del aire de victoria sobre el mundo que le prometió Jesús.
No quiero con ello decir que los cristianos hayamos obrado siempre bien. También nos hemos equivocado con frecuencia, también a veces hemos obrado como el mundo, también a veces hemos pecado. Pero lo importante es que Dios sigue realizando su obra que es de Dios y no de los hombres. Y qué pequeño es el hombre para poder vencer a Dios. Y qué pena que quienes no creen en Jesús no vuelvan su mirada hacia Él y descubran que les quiere y que ha dado su vida por ellos. ¿Por qué los lectores a los que no les interesa mucho la Iglesia porque ven sus defectos -los tiene-, no se animan a leer cualquiera de los cuatro evangelios sin prejuicios? Seguro que le admirarían y se sentirían más cerca de Él.
José Gea