Ayer 8 de septiembre hemos celebrado la natividad de la Virgen María, momento propicio para preguntarse: ¿pero tenemos algún dato que nos permita siquiera intuir en qué fecha nació la madre de Jesucristo?
 
 
            Y la verdad es que no. De los textos canónicos nada, absolutamente nada cabe colegir. Pero es que en este caso, ni siquiera cabe hacerlo de la literatura apócrifa, que aunque no deja de elegir el del nacimiento de María como uno de sus temas estrella –así, gracias al Protoevangelio de Santiago, al Libro de la Natividad de Santa María la Virgen y de la infancia del Salvador, y al Evangelio de la Natividad de Santa María, conocemos el nombre de sus padres, San Joaquín y Santa Ana-, tampoco aporta dato alguno que permita establecer la fecha en la que tal nacimiento se produjo.
 
            Aunque cabe especular que la tradición de la celebración del nacimiento de la madre del Señor sea antigua, no es, en todo caso, anterior al Concilio de Éfeso, que celebrado en el año 431, lanza el culto a la Theotokos, la Deipara, la Madre de Dios.
 
            En cuanto al lugar, con bastante probabilidad nació en oriente, quizás en el entorno de Siria o Palestina. De hecho, la prueba fehaciente más antigua de dicha celebración es el himno compuesto por el sirio de Emesa San Romano, diácono en Berytus y luego en Constantinopla, fundamentado precisamente en el Protoevangelio de Santiago que citamos arriba, un himno que cabe datar en algún momento entre los años 536 y 556. Hacia principio del s. VIII, San Andrés de Creta (n. h. 650) predica numerosos sermones que se refieren a la fiesta.
 
            Celebrada ya el 8 de septiembre sin que dispongamos de datos para fijar la razón de la elección de la fecha, nos encontramos ya la festividad en el calendario de Sonnato, Obispo de Reims entre 614 y 631, y en los Sacramentarios Gelasiano (s. VII), y Gregoriano (s. VIII). El Papa Sergio I (687-701) prescribe letanía y procesión. Todo lo cual no significa que su tradición se extienda igual por todas partes, pues amén de que la fiesta no se cita en importantes santorales de la época, San Fulberto, Obispo de Chartres en el primer cuarto del s. XI, que le dedica los tres sermones que se tienen por los testimonios latinos más antiguos sobre ella, la califica como reciente. En 1243, Inocencio IV, en cumplimiento de un voto realizado por los cardenales en el cónclave en que fueron hechos prisioneros por el Emperador Federico II en 1241, instituye la octava.
 
            Y todo ello sin detrimento de la bonita leyenda que circula en la zona de Angers, en Francia, según la cual, la fiesta la habría instituído su obispo San Maurilio (336-426) al conocer la historia de un hombre que, en la noche del 8 de septiembre, habría escuchado a los ángeles cantar, y al preguntarles por qué lo hacían, habría recibido como respuesta que le cantaban a la Virgen, nacida en tal día como aquél.
 
            
            ©L.A.
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