“Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: ‘Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca’. Respondió Simón y dijo: ‘Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes’.” (Lc 5, 4-5)
Una breve cita del evangelio de hoy jueves, de la XXII semana del Tiempo Ordinario. A veces nos faltan palabras y acciones que sean eficaces, pero lo que realmente necesitamos es más confianza en Dios y salir de nosotros mismos, porque no somos los causantes últimos del fruto, aunque debamos estar ahí en la barca y no se nos ahorre el trabajo de echar y recoger las redes.
Hoy se nos plantea un mar inmenso como es internet, la Red de redes, y en ella hay peces de todos los colores y tamaños. Jesús le dice luego a Simón que no tema, que desde ahora será pescador de hombres (Lc 5, 10b) y así también nosotros, en nuestra tarea de comunicadores cristianos, estamos en esa misión. Debió de ser por esa intuición por la que llamé a este blog de esa manera, llamando a mí mismo y a los demás a esa confianza: “Echad vuestras redes”.
Nuestro mundo es cierto que tiene más necesidad de testigos de fe, de esperanza y de amor que de maestros, pero también es verdad que, como dice san Ignacio de Antioquía, “se educa mucho con lo que se dice, más con lo que se hace, mucho más con lo que se es”. Si somos blogueros católicos, eso se ha de notar en el seguimiento de este rastro de Cristo, que se manifiesta a través de esta Iglesia en el ciberespacio que somos.
¿Cómo llegar a unas personas que buscan en este medio tan veloz algo realmente atractivo, sugerente, motivador, conmovedor, impactante….? ¿cómo hacerlo a través de unos medios en los que prima muchas veces más el genio creativo que el técnico, el diseño exterior que la programación interior mucho más sofisticada y compleja?
Para estar en este tipo de mar que se nos presenta hoy a la navegación se trata, sin duda, de un gran reto que requiere ser no tanto un experto técnico sino alguien que esté dispuesto a lanzarse a pescar. No va esta faena de llenar de mil y una redes o distracciones este océano. No desde un pesimismo o victimismo. Tampoco desde un refugio seguro donde todo esté en calma.
Más bien se nos dice que tenemos que estar “puestos manos a la obra” (v.6), “hacer señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano” (v. 7), es decir, crear redes de comunicación entre nosotros, pero de verdadera comunión, no de multiplicación de grupos abiertos o de mensajes sin orden ni sentido ni juicio, donde siempre estamos los mismos, donde nos rodeamos a veces de ruido, que no hace bien, porque el bien no hace tanto ruido.