Ante tal despliegue de “argumentación inteligente”, no faltará el católico despistado que se ponga a dar razones en defensa del sacerdocio, con el consiguiente regocijo del “lumbreras” que habla.
Craso error. Para empezar porque la “objeción” de éste destila hipocresía. ¿Se imaginan a ese mismo individuo enfermo diciendo que prescinde de la medicina para curarse porque tuvo una mala experiencia con un médico? o ¿que deje de comprarse un coche porque, una vez, uno le salió malo?
Y si no razona así en esos casos ¿por qué sí que lo hace de esta manera con el cristianismo?
Esto de la hipocresía creo que es, psicológicamente hablando, lo principal del caso. Y por eso, si nos atenemos a sus palabras, creo que la mejor forma de responderles es diciéndoles:
- ¡Ah!... ¿entonces? ¡Tu lo que eres es un “curista”!
- ¿... un curista?
- ¡Sí, hombre!... que no profesas la fe de Cristo, sino “la del cura”. Y, claro, si es “malo” (según tu) el cura, pierdes la fe.
Porthos