El hombre de hoy tiene casi todo lo que quiere en cosas materiales, pero no está satisfecho si le falta Dios.
Ya lo dijo San Agustín: “ Señor, me hiciste para Ti, y mi corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.
Dios da sentido a la vida y esperanza en la muerte. Y esto es lo más grande de la vida.

Muchos no saben para qué están en la vida.
Si preguntamos en la calle unos dirán que están en la vida “para trabajar”. Pues no. Hay que trabajar porque hay que comer, pero no estamos aquí sólo para trabajar.
Otros dirán: “para pasarlo bien”. Pues tampoco. No está mal disfrutar de todo lo bueno que tiene la vida y no es pecado, pero no estamos en la vida para disfrutar, sino, para hacer buenas obras que nos lleven a la gloria eterna.

Pero el no tener claro esto es causa del vacío interior de muchos corazones. De la “acedia” . Así la llama acertadamente el P. Horacio Bojorge, S.I. en sus programas de la televisión católica EWTN.

Es la enfermedad de nuestra sociedad.

Dice el P. Bojorge: “El alma sin Dios se entristece, y muchas veces se le proporcionan los gozos y alegrías mundanas que no acaban de saciar su sed de Dios y por lo tanto se sumerge en la sociedad depresiva, en medio de la cual estamos”.

¿Qué dice el Catecismo de la Iglesia Católica?
Nos dice que es un pecado contra la caridad, el primero de los cuales es la indiferencia, aquellos que no les importa Dios, los agnósticos que dicen que no saben si Dios existe o no, y no les interesa profundizar el tema, se presentan como indiferentes ante el hecho religioso, ante Dios, ante la Iglesia, ante los santos, y ante todas las cosas santas.

JORGE LORING, S.I.
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