Al final del conocido libro “los novios” de Alessandro Manzoni, el autor hace una aguda reflexión a la luz del desenlace de los acontecimientos narrados: “Si en vez de pensar tanto en estar bien, nos ocupáramos de hacer el bien, seguramente estaríamos mejor”. El que piensa en los demás olvidándose de sí mismo, al final está mejor que el que sólo piensa en sí mismo. Pero también podríamos formularlo de otra manera: el que se preocupa de hacer bien las cosas importantes, verá con asombro que incluso las menos importantes quedan muy bien hechas.
Uno de los problemas de la crisis cultural y antropológica que vivimos es que se gasta la mayor parte del tiempo haciendo lo que no es importante y lo más importante se hace mal o no se hace en absoluto. Pareciera que el hombre moderno, rodeado de tanto jugueticos electrónicos, se ha hecho a la idea de que está en este mundo para entretenerse. Es cierto que el ser humano tiene necesidad de desconectarse un poco del stress del día, relajarse y distraer la mente con un sano entretenimiento, pero es que a veces estamos tan desconectados del mundo real que vivimos en el mundo virtual que nos hemos fabricado; estamos tan entretenidos en entretenernos que descuidamos aspectos fundamentales de nuestra existencia.
Se supone que los ordenadores y la automatización de los procesos de producción deberían dejarnos más tiempo libre para no vivir atados a esos horarios de trabajo deshumanizadores, que casi han desterrado totalmente la sana costumbre de comer en familia, de vivir en familia. Una sociedad ruidosa que nosotros mismos hemos aceptado y promovido. Son cada vez más numerosos los que se llevan los cascos a todas partes para vivir envueltos en el ruido personalizado de videojuegos, músicas e Internet que tan fácilmente nos proporcionan nuestros móviles y tabletas de última generación. Esto puede conducirnos a llevar una vida un tanto irresponsable, ineficaz, sin frutos, sin horizontes, como si quisiéramos que la vida pasara rápidamente, sin pensar demasiado, muy ocupados en no tener preocupaciones. Una vida demasiado fácil para ser verdad y para ser feliz.
¿Cuáles son esas cosas importantes que descuidamos con más facilidad? Precisamente eso que nos hace más humanos, que nos diferencia de las cosas inanimadas y de los animales. Reflexionar sobre quién somos y para qué vivimos, sobre el sentido de nuestra existencia; hablar con Dios, rezar, meditar, cuidar nuestra vida espiritual; examinar nuestra vida, nuestra conciencia, identificar errores, buscar soluciones eficaces a nuestros problemas, corregir, pedir perdón, perdonar; establecer relaciones humanas sinceras y de calidad, amistades verdaderas y estables; cuidar nuestra familia, el amor conyugal, hablar con nuestros hijos, jugar con ellos, escucharlos; estudiar, leer, conocer, profundizar, planificar, ordenar, cultivar un espíritu crítico para no confundirnos en la masa del pensamiento único que nos invita a no tener ninguno, a dejarse llevar, sin verdad, sin bien, sin belleza, sin nada importante. Sin embargo el que trata de dedicar la mayoría de su tiempo a las cosas realmente importantes conocerá la verdad, hará el bien, disfrutará con la contemplación de la belleza de la vida, de sus luchas, de sus retos, una vida difícil pero apasionante.