Tal vez sea comunicar la verdad (la Verdad más bien) la prioridad en la misión de la nueva evangelización en la Red, al menos yo la siento así desde hace tiempo. Bueno, no solamente en internet, sino en muchos más medios, claro.
Descubrimos cómo las noticias corren, más bien vuelan, en este mundo globalizado. Sin embargo, el rigor por ir al origen de los hechos ciertos de los sucesos, es decir: citar fuentes originales, contrastar y verificar parece que, como lleva más trabajo y esfuerzo que la rumorología y aceptación de diversos prejuicios muy extendidos, hace que cedamos muchas veces a la falsedad y los embustes.
Por otro lado, el reconocimiento de la objetividad, el camino de la verdad y lo que ésta implica parece, que, como el derecho a la vida también, se disfrazan socialmente de contenido piadoso o pseudoreligioso. La verdad, la adecuación de aquello que se pretende relatar de la realidad y de lo que se pide crédito, es cierto que existe, para toda persona en cualquier lugar del mundo, independientemente de su cultura, raza, status, religión,… y no puede aceptarse otra cosa. La verdad no puede admitir condicionamientos ni límites de ningún tipo para su manifestación.
Desde luego que para el cristiano la Verdad se escribe así, con mayúscula, porque se trata del mismo Jesucristo, Camino, Verdad y Vida del hombre que lleva a Dios. Por lo tanto, esta misión de comunicar la verdad en esta era, la digital, tiene una doble implicación, ad intra y ad extra, porque no puede haber transparencia hacia fuera que no implique también la interna.
Por último, además de exigir justicia, la verdad reclama caridad. La santa de Ávila también nos recuerda que andar en verdad es andar en humildad. No lo olvidemos a la hora de emitir juicios que pretendemos veraces y realmente justos. Ponernos en el lugar de los demás, de aquellos a quienes juzgamos tal vez nos haga ser un poco más misericordiosos y capaces de trasmitir fielmente la Verdad.