La revista Cathedral Age que edita la Washington National Cathedral(1) del mes de noviembre, que por su interés reproduzco en su totalidad para Vds. en las siguientes líneas.
Cathedral Age. ¿Qué papel juega en su vida la fe?
Presidente Obama. Primero y sobre todo, mi fe cristiana me da una perspectiva y una seguridad que no creo que tendría de otra manera: de que soy amado; de que al final de mis días, Dios controla todo; y de que mi principal responsabilidad es amar a Dios con todo mi corazón, con todo mi alma y con todo mi ser, y amar a mi prójimo como a mí mismo. No, no siempre estoy a la altura, pero al menos lo persigo.
Mi fe es también una fuente de tranquilidad para mí. Ya he dicho otras veces que mi fe ha crecido como presidente. Este oficio tiende a hacer que la gente rece más, y como el Presidente Lincoln dijo una vez, “he caído de rodillas muchas veces por la sobrecogedora sensación de que no tenía otro lugar al que ir”.
Finalmente, trato de asegurarme de que mi fe informa la manera en la que vivo la vida. Como marido, como padre, la fe me ayuda a poner los ojos en el premio, y a fijarme en lo que es bueno y verdaderamente importante.
Gobernador Romney. La fe es parte integrante de mi vida. Yo he servido como pastor en mi iglesia. Sigo sus preceptos. Fui enseñado en casa honrar a Dios y a amar al prójimo. Mi padre se comprometió con Martin Luther King Jr., en la causa de la igualdad, y vi a mis padres proporcionar compasiva asistencia a otros, tanto de manera personal a la gente que nos rodeaba, como en movimientos nacionales de voluntariado. Mi fe ha crecido en la convicción de que las consecuencias de nuestra común humanidad es responsabilidad de cada uno para con el otro. Para con nuestros compatriotas sobre todo, pero también para con cada hijo de Dios.
C.A. ¿Tiene Vd. pasajes bíblicos que sean sus favoritos, oraciones u otras formas de reflexión a las que recurra con frecuencia?
G.R. Siempre me cautivan las palabras de Dios en Mateo: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y acudisteis a mí” (Mt. 25, 35-36).
P.O. Tengo unos cuantos favoritos. Isaías 40, 3(2) ha representado para mí una fuente de coraje en mi vida, y lo cito a menudo. El salmo 46 también es importante para mí; lo elegí para leerlo en el décimo aniversario del 11-S. La oración de Niebuhr es también muy buena. Me he visto bendecido también con la ayuda de mi director espiritual Joshua DuBois, que me manda pasajes bíblicos y pensamientos de personas como C. S. Lewis o Howard Thurman cada mañana.
C.A. ¿Cómo ve Vd. el papel que la fe ha de jugar en la vida pública?
P.O. Hay muchas maneras de enfocar esta cuestión, pero dos aspectos de la fe en la vida pública me vienen instantáneamente a la cabeza. Primero, la fe siempre ha provisto a este país de un marco moral y de un vocabulario para abordar sus principales retos. Una de las grandes cosas de esta nación es que es un lugar donde personas de todas formas de vida pueden argumentar en nombre de su fe y de sus creencias, y actuar en función de lo que les mueve y les motiva.
Esto afecta a todo enfoque sobre la fe en América, desde las reflexiones de los más prominentes líderes, hasta las opiniones o pensamientos de cada persona y de cada grupo religioso.
Desde la esclavitud hasta el movimiento de los derechos civiles, la fe -y las obligaciones morales que derivan de la fe- nos han ayudado siempre a conducir algunos de nuestros grandes retos morales con el reconocimiento de que hay algo superior a nosotros mismos, de que tenemos obligaciones que sobrepasan nuestros propios intereses personales.
Afrontamos grandes retos en este país, y hemos llegado al punto en el que hemos de decidir si estamos en esto juntos o si cada individuo trabaja por lo que le va mejor a él. Para mí, y creo que para muchos otros americanos, la fe nos dice que hay algo en este mundo que nos une al bienestar de un niño que no puede alcanzar los servicios médicos que necesita, o de un padre que no puede encontrar trabajo cuando su fábrica cierra, o de una familia que pasa hambre.
En segundo lugar, la fe motiva a la gente a realizar trabajos increíblemente apasionados y eficaces para el desarrollo de nuestro país. Esto lo he podido palpar durante mucho tiempo. Uno de mis primeros trabajos fue como organizador de una comunidad a la que la Iglesia Católica aportaba fondos para ayudar a familias en la parte sur de Chicago, que pasaba por serias dificultades después de que una fábrica cerrara. Pero tengo que decir que esto se ha vuelto incluso más cercano a mí desde que soy presidente. A través de las cartas que he tenido que leer de personas cuya fe les movía a servir en Joplin o Colorado Springs en las jornadas posteriores a un desastre natural, hasta el trabajo de cualquier organización confesional (que han realizado trabajos increíbles para fortalecer la colaboración entre el gobierno federal y las ONGs asistenciales) se me hace más visible que nunca que la fe es un factor de movilización que hace posible que nuestro país avance hacia adelante.
G.R. Deberíamos reconocer al Creador, tal como hicieron los Padres Fundadores, de culto y de palabra. Debería estar presente en nuestra vida cotidiana, en nuestra oración, en la enseñanza de nuestra historia, y durante nuestras vacaciones; fiestas como una navidad o una menorah deberían ser bienvenidas en nuestras plazas. Nuestra grandeza no perdurará sin jueces que no respeten los fundamentos de la fe sobre los que reposa nuestra Constitución.
C.A. Como país de gran diversidad y complejidad religiosa, ¿qué papel puede jugar la fe en unificar América?
G.R. Creo que aunque somos un país con tantas diferencias de credo y teología, podemos sin embargo reunirnos en el servicio, en las convicciones morales compartidas sobre nuestra común manera de concebir el mundo.
P.O. La fe nos avisa de que hay algo más grande que nosotros mismos y que requiere de ciertos compromisos básicos de los unos para con los otros. Este país tiene una rica tradición en buscar y crear un ambiente donde las personas de distintas creencias puedan vivir juntas y compartir objetivos comunes. Como americanos, creo que entendemos que para proteger la capacidad de cada uno de vivir de acuerdo con sus principios, debemos proteger la capacidad de los demás para hacerlo también. La fe exige que veamos la imagen de Dios en cada uno de nosotros y la respetemos.
C.A. Algunas personas han cuestionado la sinceridad de su fe y su cristianismo. ¿Cómo responde Vd. a tales cuestionamientos?
P.O. Algo me referí al tema en el Desayuno nacional de oración(3) de este año. No hay mucho que yo pueda hacer al respecto. Tengo un trabajo que realizar como presidente el cual no incluye convencer a mis semejantes de que mi fe en Jesucristo es legítima y real. Trabajo cuanto puedo para vivir de acuerdo con mi fe y para permanecer en la Palabra, y para que mi vida se asemeje más a la Suya. No soy perfecto. Lo único que puedo hacer es perseverar en seguirLe y en servir a los demás, intentando mejorar la vida de mis semejantes desde esta humilde posición que ocupo.
G.R. Se me pregunta a menudo sobre mi fe y mis creencias sobre Jesucristo. Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios y el salvador de la Humanidad. Cada religión tiene su propia doctrina e historia, que no deberían constituír la base de la crítica, sino más bien permanecer como un test sobre nuestra tolerancia. La tolerancia religiosa sería un principio vacío si la reserváramos sólo para aquéllos con los que estamos de acuerdo.
C.A. ¿Qué es lo que nos dice la fe de un líder político sobre su persona?
G.R. La fe de un líder político puede decirnos mucho o nada. Mucho depende de cuánto se fundamente sobre esa fe. Y mucho depende de los hechos y no de las palabras. Quizás la cuestión más importante a preguntar a una persona de fe que persigue un puesto político es si comparte los valores de América: la igualdad de todos los seres humanos, la obligación de ayudarse unos a otros, y la fortaleza de su compromiso con la libertad. No son patrimonio exclusivo de ninguna denominación. Pertenecen a la gran herencia moral que compartimos. Son el suelo firme en el que los americanos de distinta fe se reúnen y se presentan como nación, unidos.
P.O. La fe se puede expresar en las personas de muy diversas maneras, y creo que es importante que no hagamos de la fe el único barómetro del valor de una persona, sus principios o su personalidad. Yo diría que a menudo, la fe puede servir como un ímpetu, o incluso como una razón en sí misma, para contemplar los temas más allá de la perspectiva de lo que es nuestra trayectoria personal. Hay una suerte de egoísmo que a menudo deriva de la fe que creo que es una poderosa fuerza para hacer el bien.
Yo no estaba de acuerdo con el ex-Presidente Bush en muchas cosas, pero le he respetado como un buen marido, un padre amante y un hombre de fe. No sé cómo habría abordado el tema de la reforma de la inmigración o el sida en Africa si no fuera un hombre de fe. Si hubiera sido una persona preocupada solo por las duras políticas –o por lo que la gente dijera sobre él- no estoy seguro de que hubiera tenido el valor para dar los pasos que dio en esas materias. Pero lo hizo, y creo que está claro que su fe fue parte importante en ello.
C.A. ¿Cómo pueden el Gobierno y las distintas comunidades religiosas trabajar juntos como una fuerza positiva para la nación respetando al mismo tiempo las barreras que existen entre los dos?
P.O. Creo que hemos realizado importantes progresos en este tema durante mi mandato a través de nuestro trabajo con el Consejo Asesor de la Cooperación Vecinal y Confesional. El principio constitucional de separación iglesia-estado -abrazado a lo largo de nuestra historia por personas de fe y también por las que no tenían fe en absoluto- ha servido positivamente a nuestra nación desde su fundación, y ha sido clave en nuestro trabajo. Esa es la razón por la que firmé una orden que ofrecía recomendaciones del Consejo Asesor de la Cooperación Vecinal y Confesional, el cual integraba a algunos de los más importantes expertos de la nación en relaciones iglesia-estado. También hemos compartido cómo el Gobierno contempla a los socios comprometidos con la fe y las organizaciones sin ánimo de lucro desde un punto de vista meramente financiero, hasta incluír colaboradores no financieros.
He aceptado que toda colaboración es una vía de dos sentidos. Las comunidades confesionales a menudo conocen sus ciudades mejor que ningún otro. Ellas tienen también memoria institucional y una historia de servicio de la que podemos y tenemos que seguir aprendiendo. Por otro lado, el Gobierno federal tiene instrumentos y recursos que con frecuencia las comunidades religiosas no tienen. Conscientemente hemos unido en los mismos proyectos a organizaciones sin ánimo de lucro con otras, para compartir los mejores conocimientos o formar socios en el sector privado. En un campo como el del asesoramiento, hemos traído corporaciones a la mesa de cara a facilitar fondos privados para asociaciones sin ánimo de lucro. En un tema como el tráfico de seres humanos hemos trabajado con comunidades confesionales no sólo para cuidar a los supervivientes de dicho tráfico a través de colaboraciones financieras, sino también informando a sus congregaciones sobre cómo identificar posibles víctimas del mismo. Siempre se puede hacer mejor, y lo hacemos mejor cada día, pero uno de las grandes razones para el optimismo en estos cuatro años ha sido ver a muchos americanos, unos heroicos, otros más humildes, sirviendo a los demás por pura solidaridad, y por los imperativos que imponen sus más íntimas creencias.
G.R. Como gobernador de Massachusetts, he trabajado duro para promover organizaciones de servicios sociales confesionales, y nombré a mi mujer, Ann, para dirigir esos esfuerzos. Por supuesto que las fronteras existentes entre iglesia y estado deben ser respetadas, pero hay un gran espacio en el cual las organizaciones confesionales pueden hacer bien a las comunidades en las cuales sirven. En años recientes, la noción de la separación iglesia-estado ha sido llevada por algunos mucho más allá de lo que era su significado original. Sólo pretendían eliminar del espacio público todo reconocimiento de Dios. La religión es vista como un asunto meramente privado sin lugar en la vida pública. Los Padres Fundadores proscribieron el establecimiento de una religión de estado, pero en modo alguno concibieron la eliminación de la religión del escenario público. Somos una nación “bajo Dios” [“under God”] y en Dios, necesitamos de verdad confiar en El.
C.A. Washington National Cathedral está llamada a ser la casa espiritual de la nación. Desde su punto de vista, ¿cómo puede WNC llevar a cabo esta su misión?
G.R. Desde sus momentos iniciales, esta nación confió en Dios, no en el hombre. La libertad religiosa es la primera libertad en nuestra carta de derechos. Y ya se trate de justicia para el perseguido, compasión para el necesitado y el enfermo, o gracia para el niño que espera nacer, no hay una fuerza mayor para el bien en la nación que la conciencia cristiana en acción. La misión de WNC, según lo concibo yo, debe ser preservar, proteger y proseguir esa tradición como casa nacional de la oración.
P.O. Yo creo que la claridad en casi todas las cosas de la vida es el resultado de buscar respuestas, no de reafirmarnos en lo que ya sabemos. La WNC tiene una orgullosa historia de promover conversaciones sobre cuestiones y debates de gran importancia y de permitir diferentes opiniones en dichos debates.
Creo que WNC ha llegado a la conclusión de que nuestra fe y nuestra toma de decisiones se refuerza mediante su exposición a otros puntos de vista. Así es como WNC puede continuar sirviendo a su misión, y como América puede continuar extendiendo sus altos ideales también: promoviendo espacios para importantes debates e ideas, e incluyendo diferentes puntos de vista en esas discusiones.
Por mi parte sólo una pregunta: ¿se pueden imaginar tal entrevista entre nosotros? ¿Se pueden imaginar tales palabras o parecidas pronunciadas por nuestros políticos?
(1)Washington National Cathedral es toda una institución en los Estados Unidos. Aunque inicialmente una catedral de adscripción epsicopaliana, es conocida por su trabajo para promover el diálogo interreligioso, y aloja muchos de los actos religiosos más importantes de la vida del país. El Congreso norteamericano la designó como “National House of Prayer” [casa nacional de la oración]. Durante la Segunda Guerra Mundial y con periodicidad mensual se oficiaba un servicio religioso “en nombre de un pueblo unido en un tiempo de emergencia”. Es en ella que tuvo lugar el último discurso de Martin Luther King antes de ser asesinado.
(2) N. del T. “A los que esperan en Yahvé él les renovará el vigor, subirán con alas como de águilas, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse”.
(3) Si se acuerdan Vds., aquél en el que participó ZP en el único encuentro digno de recibir ese nombre con el que le obsequió su admirado Obama, que la otra vez que se dignó hablar con él (y por teléfono) fue para decirle que se dejara de hacer el gilip… de una vez y que se pusiera a gobernar, que la que estaba cayendo era gorda. Pueden Vds. ver la cobertura que desde esta columna dimos a aquel desayuno pinchando , también y también . Si desea Vd. recordar la que le dimos a la lamentable llamadita de Obama a ZP puede Vd. hacerlo .
©L.A.
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