La dimensión religiosa del odio: Reflexiones sobre el asesinato del Rabino Kogan

Por Fernando Melnizky

El brutal secuestro y posterior asesinato del Rabino Kogan, un líder espiritual de Jabad Lubavitch, es un acto que trasciende cualquier explicación basada en disputas territoriales o conflictos políticos. Este hecho, cargado de un odio visceral, nos obliga a reflexionar sobre una realidad ineludible: el antisemitismo que subyace en ciertos sectores del mundo no es únicamente una cuestión de geografía o de soberanía, sino que es profundamente religiosa.

En el relato del conflicto árabe-israelí, con frecuencia se argumenta que la raíz del problema reside en una pugna por territorios o recursos. Sin embargo, hechos como este, perpetrados lejos de cualquier frontera disputada y dirigido contra un hombre cuya labor estaba centrada en la espiritualidad, el servicio comunitario y la promoción de valores universales, revelan otra cara de esta realidad. Aquí, el objetivo no era un soldado, un político o un colono. El blanco era un rabino, un líder judío cuyo crimen, a los ojos de sus captores, fue su identidad y su fe.

Este tipo de ataques no son aislados ni nuevos. La historia de los judíos está plagada de persecuciones que no obedecían a razones políticas, sino a una profunda intolerancia hacia su religión y su existencia misma. Desde las cruzadas hasta los pogromos, pasando por el Holocausto, la animosidad contra los judíos ha tomado muchas formas y justificaciones, pero siempre ha tenido una raíz común: la incapacidad de aceptar la diferencia.

El asesinato del Rabino Kogan pone en evidencia que, para ciertos extremistas, no importa si los judíos están en Israel, en Estados Unidos o en América Latina. No importa si son laicos, religiosos, de derecha o de izquierda. Para ellos, el mero hecho de ser judíos es suficiente para justificar su odio.

Esto nos plantea preguntas difíciles y urgentes. ¿Cómo enfrentamos un odio tan irracional y profundamente enraizado? ¿Cómo protegemos no solo a los judíos, sino a cualquier comunidad vulnerable a ataques motivados por la religión o la identidad?

Es necesario un esfuerzo global que vaya más allá de lo político y lo militar. La educación es clave para desmontar los prejuicios que alimentan el antisemitismo. Los gobiernos, las organizaciones internacionales y los líderes religiosos deben trabajar juntos para promover la tolerancia y el respeto por la diversidad. Pero también debemos ser claros en algo: no podemos permitirnos el lujo de minimizar o excusar estos ataques con argumentos simplistas. El asesinato del Rabino Kogan es un recordatorio de que el antisemitismo sigue vivo y, en muchos casos, se oculta tras la máscara de la política.

Este trágico episodio debe servir como un llamado de atención. La lucha contra el antisemitismo, en todas sus formas, no es solo una causa judía; es una causa de la humanidad. Porque donde se persigue a un grupo por su fe o identidad, se siembran las semillas de la intolerancia que pueden amenazar a cualquiera.

El Rabino Kogan, con su vida dedicada al servicio de los demás, es ahora un símbolo de esta lucha. Su legado nos obliga a redoblar nuestros esfuerzos por construir un mundo donde nadie deba temer por quién es o en qué cree.

Que su memoria sea una bendición y que su trágica muerte nos inspire a trabajar por un futuro de justicia y paz.

Fuente: Comunidades Plus