Escribo estas líneas conmovido aún por la muerte de Luz Amparo Cuevas, la vidente de El Escorial, acaecida ayer viernes, 17 de agosto, poco después de las 17.30 horas en su residencia madrileña de Los Llanos.
Acabo de hacer un alto en el camino, procedente del santuario mariano de Fátima, rumbo a Madrid, para velar si Dios quiere esta misma noche los restos mortales de una mujer que supo ser fiel hasta el final a los designios divinos.

Hace poco más de un año -exactamente el 13 de mayo de 2011, festividad de la Virgen de Fátima-, Luz Amparo Cuevas accedió a que yo escribiera un libro titulado Las apariciones de El Escorial (LibrosLibres), gracias al cual centenares de personas de toda España han pisado ya más de una vez el prado donde Nuestra Santísima Madre se apareció el 14 de junio de 1981, bajo la advocación de la Virgen de los Dolores.

Acababa yo de publicar un libro sobre el Padre Pío cuando sentí la necesidad de investigar lo que realmente sucedió en Prado Nuevo, sin prejuicios; exactamente igual que hice tantas otras veces mientras trabajaba en el diario El Mundo o en la agencia Europa Press
Por gentileza en última instancia de Luz Amparo, tuve acceso a los manuscritos de su director espiritual, el sacerdote carmelita Alfonso López Sendín, muerto en olor de santidad, quien vio estigmatizada numerosas veces a su discípula ante sus propios ojos.

López Sendín, sobre cuya santidad existen decenas de testimonios de sacerdotes y monjas carmelitas, daba fe por escrito de una de esas ocasiones en las que contempló a Luz Amparo sangrando por manos, pies y costado. Sucedió en julio de 1983, en el convento italiano de San Giovanni Rotondo, donde el Padre Pío vivió más de medio siglo. La vidente de El Escorial viajó hasta allí para rendir tributo al santo de Pietrelcina y quedó estigmatizada ante el mismo crucifijo del Coro donde el Padre Pío recibió a su vez los estigmas del Señor. Don Alfonso López Sendín presenció la escena y poco después dejó por escrito su inolvidable experiencia para los más escépticos.
Su testimonio se suma al de don José Arranz, canónigo de la Catedral de Burgo de Osma durante más de treinta años, y a los de otros muchos testigos consagrados o seglares.

Luz Amparo vivió en cuerpo y alma la Pasión del Señor haciendo honor también a la advocación de la Virgen de los Dolores. Perseguida, calumniada y vituperada hasta el mismo instante de su muerte, supo vivir siempre en silencio, en un segundo plano, sin afán alguno de protagonismo. Gracias a su constante sufrimiento, muchas almas hoy se han convertido y seguirán haciéndolo, porque ahora su intercesión es más poderosa que nunca.
 
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Espero que le guste. Gracias.