Esta es la triste realidad. Se presentó como un corderito que iba a reconciliar a todos los egipcios y a implementar en su país una democracia como la que en occidente nos quisimos creer que iba a traer.
 
            Hoy comprobamos que de cordero tiene apenas la piel, y que en realidad, hablamos de un verdadero lobo. Así por lo menos hay que extraerlo de sus primeras medidas una vez en el poder. Ha destituído al jefe de la cúpula militar que probablemente como lobo no era menos lupino que él, pero que al menos, representaba un contrapunto a su gran poder como presidente de la nación. Según reconocen todos los medios, el islamista Mursi ha acumulado ya más poder que el que tenía el temible dictador al que sustituye y con cuya dictadura prometió terminar. Y si con el dictador efectivamente ha terminado (Mubarak se muere en una prisión egipcia, y eso si algún inesperado verdugo no le aligera su pesada lucha contra la Parca), con la dictadura, a lo que se ve, no.

            Lo último que le hemos conocido ha sido su incumplimiento de la promesa tantas veces aireada sobre todo en los medios occidentales, de nombrar como vicepresidente a una mujer y/o a un miembro de la minoría copta existente en Egipto. Sí, porque el nuevo vicepresidente egipcio nombrado el pasado día 12 de agosto –la noticia tiene menos repercusión en la prensa internacional - ni es copto ni es mujer (por cierto, ¿dónde está el lobby feminista internacional ante el incumplimiento de esta promesa?). Es, bien por el contrario, un antiguo oficial de policía reconvertido a juez, musulmán de religión (de hecho, suní), y de nombre Mahmoud Mekki.
 
            De la Wikipedia en inglés, que ha demostrado una vez más una agilidad que no ha demostrado ningún otro medio, digámoslo como es por elegante que quede en los ambientes intelectuales el hacer público alarde de menosprecio de la Wikipedia, extraigo toda esta información sobre el nuevo vicepresidente egipcio.
 
            Mahmoud Mekki (محمود محمود محمد مكي‎ en árabe) se graduó en la escuela de policía y trabajó como oficial de policía en las fuerzas de la Seguridad Central. Luego estudió derecho y trabajó como fiscal general llegando a ser vicepresidente de la Corte de casación en Kuwait, adonde fue deportado tras sufrir un juicio en Egipto en el año 2006. Es hermano del actual ministro de justicia en el gobierno Hesham Kandil, Ahmed Mekki.
 
            Mekki se ha implicado comprometidamente desde los años 80 en la lucha por la independencia del poder judicial respecto del ejecutivo, una lucha en la que esperamos verle seguir militando ahora que el ejecutivo es él, y se dice que rechazó una oferta para haber sido él mismo el candidato de los Hermanos Musulmanes en las recientes elecciones presidenciales egipcias.
 
            Muchas ilusiones puso occidente en la Primavera Arabe, más bien desde una pretendida y fingida ingenuidad rayana en eso tan pernicioso que hoy se da en llamar buenismo y que el Papa Pío XI llamaba irenismo, que desde un realista y sosegado análisis de los hechos. Los indicios siguen sin apuntar en la buena dirección. Creerse que un lobo del islamismo iba a nombrar como compañero de ticket a un corderito cristiano era como creerse que lo que el lobo de Caperucita quería era acompañar a la cándida muchachita para rendir una galante visita de cortesía a su abuelita.
 
            La realidad asoma cada vez más su verdadero rostro. El nuevo vicepresidente Mekki podrá ser una excelente persona y un excelente político. ¿Seguimos jugando al juego del naif? De momento lo que ya es es el instrumento con el que el Sr. Mursi ha incumplido su más sonada promesa como presidente: la de nombrar un vicepresidente cristiano y/o mujer para Egipto.
 
 
            ©L.A.
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