Observen la fotografía de la izquierda. La he recibido por correo electrónico. Se trata sólo de un par de pares de zapatos. Ni siquiera sé quién es su autor, pero en todo caso se trata de un artista que ha sabido captar en una fotografía aparentemente intrascendente toda la fuerza que la imagen puede tener como mensaje.
 
            En su parte izquierda vemos unos zapatos más bien raídos, nada elegantes, prácticos eso sí, medio tapados por unos pantalones que no están hechos precisamente a medida, descuidados como los zapatos. A la derecha en cambio, unos zapatos impecables, maravillosos, lustrosos, se diría que estrenados cinco minutos antes de realizada la fotografía, casi casi como si la estuvieran esperando, y que según todo hace pensar, van a alojar los pies que alojan apenas otros cinco o diez minutos, ni uno más.
 
            Si yo les dijera que esos zapatos pertenecen a dos políticos, Vds. pensarían de manera natural que los primeros, los raídos, pertenecen al dirigente de un país pobre, que a duras penas se ha hecho con un par de zapatos con los que recorrer el mundo, y los segundos al de un país muy rico, que se puede permitir los mayores excesos.
 
            ¿Quieren saber a quién pertenecen unos zapatos y otros? Pues bien, justo al revés de lo que supusieron Vds.... y yo también cuando vi la fotografía. Los de la izquierda, los raídos, los mal tapados por unos pantalones del montón, son los del máximo dirigente de una de las grandes potencias económicas de la tierra, en la que está depositada la confianza de la sociedad internacional para salir de la crisis atroz que atenaza al mundo, y cuyos ciudadanos tienen una renta per capita fabulosa, 43.000 dólares, entre las más altas del planeta.

            Los de la derecha, los esplendorosos, aquellos cuyo brillo epata el del flash con el que está hecha la fotografía, son los de otro dirigente internacional, el de un país que pudo ser (y alguna vez fue) una de las grandes potencias económicas de la tierra, donde los recursos se dan por aburrimiento, productor de petróleo, de gas, de todos los minerales de la tabla periódica, de ganado, el granero del mundo capaz de dar de comer al planeta entero, como de hecho hizo en algún momento de la historia, pero en el que lamentablemente la pobreza se enseñorea de sus ciudades, y la renta de sus ciudadanos, 11.000 dólares, a duras penas alcanza la cuarta parte de la de los ciudadanos del primero, mientras a sus dirigentes desde el año 45 se les pone la boca gorda hablando de sus logros sociales y de lo mucho que van a hacer por ellos entretanto van engordando de momento sus bolsillos.

            En pocas palabras: los primeros zapatos, los raídos, los cochambrosos, los que están hartos de luchar contra el polvo del camino, son los zapatos de Angela Merkel. Los segundos zapatos, los lustrosos, los maravillosos, los elegantísimos, son los zapatos de Cristina Kirchner. Se trata sin duda del “disfraz”, “el juego burgués”, las estrictas “reglas del ceremonial”, que tanto hacían sufrir a la pobre Evita tan admirada por la propietaria de los zapatos, y que imposibilitaban ya entonces a la santificada argentina desprenderse de abrigos de pieles, joyas y otros enseres sin ninguna importancia, cuando departía con sus pobres y amados descamisados


 
            Por mi parte, mis felicitaciones al fotógrafo: un "pullitzerable" sin duda. Y si quiere identificarse, que lo haga por favor.
 
 
                (*) Dedicado a mi prima Pitincita.
 
 
            ©L.A.
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