El estudio, tan sagrado en la Orden de Predicadores, constituyó su pasión ya que a pesar de sus defectos era muy inteligente. La fatiga del estudio busca compensaciones. Fray Juan es artista. Y llenará los libros corales con sus delicadas y sugestivas miniaturas. Así comenzó su predicación. El dibujo cariñoso y sugerente de la vida de Cristo y sus milagros orientaba la salmodia hacia la meditación. Esta preocupación por el arte al servicio de Dios le acompañará más tarde a los conventos que visite y funde.
Esta nota artística del gran reformador tiene gran trascendencia porque fue fecunda. De su estela nacieron una pléyade de pintores y artistas dominicos en la Florencia del siglo XV, como veremos. En este momento una idea le obsesiona: la restauración de los conventos. La terrible peste de 1348 y los cinco años siguientes arrasó los monasterios. Santa María-Novella sufrió demasiado por esa causa. Los supervivientes se retraían y se sentían incapaces del rigor primitivo. Juan Dominici predicaba. Los jóvenes eran su presa. Necesitaba muchachos generosos y decididos, y los tuvo en gran número después de su predicación. Con la ordenación sacerdotal el amor a las almas culmina en un anhelo impetuoso por la predicación. Sólo una pena ensombrece el gozo de su vida. Su lengua sigue torpe y ridícula. Estando en Siena le invadió la tristeza. Se sintió inútil. Lloró. Las lágrimas dieron transparencia a su mirada y aquella noche se arrodilló ante una imagen de Santa Catalina. Y le pidió un milagro. Se lo exigió por amor de Dios y el prodigio se realizó. Su lengua se torna ágil y expedita. Florencia girará en torno de este extraordinario y súbito predicador. Su ciencia, su prodigiosa memoria, su pasión avasalladora y serena se conjugan en un decir limpio y cautivador. Predicará durante muchas Cuaresmas en Florencia. Habrá días que suba al púlpito cinco y seis veces.
Intentó la reforma de su propio convento Santa María Novella pero ahí no tuvo éxito y entonces decidió fundar otro convento en la misma Florencia pero no le fue nada fácil. De momento sólo pudo hacerlo en Fiésole que es como un barrio a pocos kilómetros de Florencia. A los pocos años, ayudado por los Medici pudo fundar el convento de San Marcos, ya en Florencia. Esta reforma quedó bendecida por varios grandes personajes, claves en la historia no sólo de la Orden sino de la ciudad de Florencia: San Antonino, que fue arzobispo de la ciudad, Fray Júan de Fiésole llamado Fra Angélico, sus discípulos Fray Bartolomeo de Florencia, Fray Giovanni Antonio Segliani y Fray Paolino de Pistoia. Finalmente, el famoso Prior de San Marcos Jerónimo Savonarola que fue quemado en 1498, junto con otros dos compañeros dominicos, acusados de herejía y de predicar cosas nuevas, en la Piazza de la Signoría, delante de la Gallería degli Uffici. Sus cenizas fueron arrojadas al rio Arno.