Ya sabéis que me encanta Tolkien, tiene respuesta a todo. Por eso hoy el artículo me lo escribe él:

«De improviso otra voz habló, suave y melodioso: el sonido mismo era ya un encantamiento. Quienes escuchaban, incautos, aquella voz, rara vez eran capaces de repetir las palabras que habían oído; y si lograban repetirlas, quedaban atónitos, pues parecían de poco poder. Sólo recordaban, las más de las veces, que escuchar la voz era un verdadero deleite, que todo cuanto decía parecía sabio y razonable, y les despertaba, en instantánea simpatía, el deseo de parecer sabios también ellos. Si otro tomaba la palabra, parecía, por contraste, torpe y grosero; y si contradecía a la voz, los corazones de los que caían bajo el hechizo se encendían de cólera. Para algunos el sortilegio sólo persistía mientras la voz les hablaba a ellos y cuando se dirigía a algún otro, sonreían como si hubiesen descubierto los trucos de un prestidigitador mientras los demás seguían mirando boquiabiertos. A muchos, el mero sonido bastaba para cautivarlos; y en quienes sucumbían a la voz, el hechizo persistía aún en la distancia, y seguían oyéndola incesantemente, dulce y susurrante y a la vez persuasiva. Pero nadie, sin un esfuerzo de la voluntad y la inteligencia podía permanecer indiferente, resistirse a las súplicas y las órdenes de aquella voz». (Las Dos Torres, Libro I, Capítulo 10, La voz de Saruman).

Yo torpemente añado algo: solo Dios salva. No hay que confundirse de Mesías ni poner la esperanza y el corazón en nadie que pretenda hacernos creer que el Cielo está en este mundo. Ni dejarse engañar: no hay verdadero progreso si lo material no va acompañado de lo moral y lo espiritual. El verdadero progreso no es una huída hacia adelante sino que tiene que ver con una profundización hacia dentro de nosotros. Sea cual sea el tiempo y lugar que nos toque vivir somos de Dios e inquieto estará el corazón cuando no descanse en Dios.

Dios permite sortilegios y embustes de quien tiene poder. Y a la vez eso lo convierte en instrumento de purificación de la fe para quien cree en Él. Un día poderosos y sencillos estaremos delante de Él. Ese día los encantamientos de las palabras no valdrán y la fe sí. No hay que tener miedo. Como siempre pasa, esta generación necesita un buen puñado de santos que vivan el Evangelio y mantengan el depósito de la fe. De ahí brota una y otra vez la verdadera esperanza para los sencillos, pobres y heridos de nuestro tiempo.

Solo me falta decirte una cosa: ¡Feliz día! La paz que no te la roben, que no te dividan, no te dejes crispar por la ideología. En la sencillez está el camino de vivir felices, así nos quiere Dios.

 

 

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