Vivimos en un mundo que parece que sólo acepta la autoridad de la ciencia, rechazando cualquier otro tipo de límite; eso es al menos lo que nos dicen. El caso de Mark Regnerus nos muestra que ni siquiera la ciencia es respetada cuando no encaja en el discurso ideológico dominante.
Regnerus es un profesor de sociología de la Universidad de Texas que ha tenido la osadía de realizar un estudio sobre los hijos de padres homosexuales. El estudio se basa en 3.000 personas con edades comprendidas entre 18 y 39 años en cuyo hogar al menos uno de los padres ha tenido una relación homosexual y compara el comportamiento de las distintas tipologías. El estudio, publicado por la revista Social Science Research, es riguroso y estrictamente científico, se basa en meros datos y extrae pocas conclusiones.
Y sin embargo ha suscitado las iras del lobby homosexual en un momento importante en Estados Unidos, cuando el debate acerca del matrimonio entre personas del mismo sexo está en pleno auge. El problema es que el estudio no deja lugar a dudas: los hijos de padres homosexuales tienen menor tendencia a formar familias estables, a conseguir un trabajo estable y tienen pensamientos suicidas en una proporción mucho mayor que los hijos de lo que en el estudio se califica como “familia biológica intacta”. Además, los hijos de padre o madre homosexual tienen una tendencia mucho mayor a la infidelidad conyugal (especialmente intensa entre hijos de una madre lesbiana), han sufrido tocamientos sexuales en una proporción mayor y han sido víctimas de relaciones sexuales forzadas (hasta 4 veces más) también en una proporción mucho mayor que los hijos de familias en las que los dos padres son heterosexuales.
Asimismo, el estudio muestra, estadística en mano, que los hijos de padres homosexuales tienen una incidencia mayor en el consumo de marihuana, en el alcoholismo (esta vez especialmente fuerte cuando es el padre quien es homosexual), en el consumo de tabaco (que ya se sabe, es la gran lacra de nuestro tiempo) y en el número de arrestos. En lo que se refiere al número de parejas sexuales, éste es sustancialmente mayor en el caso de hijos de padres homosexuales, reforzando la idea de que la llamada “homoparentalidad” no es la mejor receta para educar personas equilibradas y estables.
Evidentemente no se puede permitir dejar que los datos hablen y las críticas procedentes del lobby gay han arreciado sobre Regnerus. Tanto que la misma Universidad de Texas ha abierto una investigación para discernir si ha habido un comportamiento inapropiado en el trabajo de Regnerus. Por el contrario, un grupo de 18 reconocidos sociólogos, todos ellos con cargos académicos importantes en universidades de prestigio (Duke, Rice, Notre Dame…) ha publicado una declaración de apoyo a Mark Regnerus, confirmando la validez científica de su estudio.
Lo más chocante del caso es que, ante la dificultad de encontrar errores en el citado estudio que justificasen la acusación de animadversión hacia los homosexuales, los ataques a Regnerus se han centrado en que recientemente se ha convertido al catolicismo. Tremenda acusación que invalidaría todo lo que dijese o escribiese.
Lo dicho, cientifismo sí, pero sólo cuando nos conviene.