El Banco del Vaticano, el IOR, ha pasado la primera prueba para ser considerado un “banco limpio”, una entidad bancaria que no es sospechosa de lavar dinero del narcotráfico o de estar relacionada con actividades terroristas. Este examen lo ha hecho Moneyval, que es la institución europea que se encarga de ello.
 No está todo resuelto, ni mucho menos, pero el primer paso se ha dado y se ha dado en la buena dirección. Moneyval le ha indicado al IOR aquellos puntos en los que debe seguir trabajando para llegar a esa “lista blanca”, pero ha considerado que con lo que se ha conseguido se está en el buen camino. De 45 aspectos estudiados, el Banco del Vaticano aprueba en 22 y suspende (con mejor o peor nota) en 23. Sin embargo, de esos 45, hay 16 que son considerados los esenciales y de ellos el IOR aprueba 9 y suspende 7. No es para mostrarse satisfechos, pero es ya bastante.
Ahora bien, para valorar este resultado lo mejor sería ver lo que hubiera sucedido si hubiese ocurrido al revés: si hubiese suspendido 9 y aprobado 7. Todos los medios de comunicación del mundo se hubieran precipitado a arrojar al Vaticano –y al Papa en particular- a los infiernos. Las peores descalificaciones habrían caído sobre la Santa Sede y algunos católicos habrían aparecido en los medios de comunicación diciendo que abandonaban una Iglesia corrupta. Alguien en la Casa Blanca se hubiera frotado las manos y habría dado por muerta y enterrada la oposición de la Iglesia a algunos aspectos de su política sanitaria, mientras que otros ya no hubieran tenido que financiar multimillonarias campañas de publicidad para intentar convencer a la opinión pública de que los obispos son los peores enemigos de la libertad. Pero como el resultado ha sido un aprobado (por los pelos, pero aprobado), los medios de comunicación apenas han dado la noticia y desde luego no han podido orquestar la campaña deseada contra la Iglesia.
Sin embargo, mientras esto sucedía tenían lugar también otras cosas. El HSBC, el principal Banco europeo, ha sido relacionado con el blanqueo de dinero procedente de la droga. El Blarkays y otras grandes entidades también de Europa están acusadas de haber modificado de manera ilegal las tasas de interés para que no bajaran las hipotecas. Es decir, estas supuestas entidades “puras” han sido pilladas con las manos en la masa. Pero en cambio a ellos no les ha sucedido nada –como mucho un tirón de orejas que pagará alguno de sus representantes-. No ha habido descalificaciones, ni insultos, ni clientes que aparecen ante las cámaras diciendo que abandonan para siempre a su querida entidad bancaria en la que habían depositado no sólo sus ahorros sino su alma, su vida y su corazón. Y, en cambio, si al IOR se le hubiera podido implicar en algo de eso, aunque hubiera sido ligeramente, qué escándalo tan grave habría recorrido el mundo de punta a punta.
Me alegra que el IOR haya pasado esta primera prueba. Estoy seguro de que terminará en la “lista blanca”. Me alegro, en especial, por el Papa, que ya lleva mucho sobre sus espaldas. Pero me alegro también de que los acontecimientos colaterales hayan servido para poner de manifiesto la hipocresía de un mundo que tiene dos varas de medir: tolerancia para con los fuertes y rigor extremo para con los débiles. Y a pesar de todo no pueden con nosotros.

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