No es que me caigan bien; ni bien ni mal; es que me hacen gracia. ¿Por qué escribo ahora este artículo? Porque me hacen gracia.

Tan es así, que tenía a punto de mandar al blog un artículo sobre la Internacional, titulado “Agrupémonos todos, en la lucha final” y lo he pospuesto para la próxima semana porque, al abrir hoy la televisión, veo la noticia de que el ministro de justicia anuncia que van a cambiar la ley del aborto, prohibiéndolo en algún caso, como cuando se vean malformaciones del feto.

Y a continuación, inmediatamente, unas declaraciones diciendo que hemos retrocedido no sé cuántos años porque ya habíamos logrado la aceptación del aborto; y otras declaraciones, diciendo que si se aprobase la ley, las mujeres abortarían igual con el inconveniente de que acudirían al aborto clandestino con peligro para la salud de las madres.

Vamos, dos razones que me hacen gracia al defenderlas dos personas que tienen sus estudios y su formación.

Es decir, que esa futura ley que para mí es un avance en la defensa de la vida, es considerada por otros como un retroceso de años en cuanto al progreso social y en cuanto a la sintonía con la legislación de los países de nuestro entorno. Pero me pregunto: ¿son conscientes de que en el problema moral del aborto, lo que está en juego es la vida de un ser humano inocente e indefenso? Y ¿quién es la madre para suprimir la vida de un hijo? Porque lo que lleva en su seno no es un tumor, sino un ser humano que es su hijo. Y por otra parte ¿quién es el Estado para para autorizar la muerte de un ser humano inocente?

Resumiendo; según esas opiniones, la madre puede disponer de la vida de un hijo. Es decir, que si un hijo viene con malformaciones se le puede matar; Y ¿por qué no se le puede matar una vez nacido? ¿No se trata de la misma persona? Y, además, hay que cuidar a la asesina –perdonen que emplee esa palabra, pero es ésa la auténtica – facilitándole un servicio para que al matar a su hijo lo haga de modo que no sufra ella ningún perjuicio en su salud.

En algunas ocasiones, cuando he asimilado las matanzas de los niños abortados al exterminio de los judíos en los campos de concentración nazis, se han ofendido por esa comparación, y es que dicen que el niño en los primeros meses de gestación no es todavía un ser humano. ¿Cómo que no es un ser humano? ¿Qué es entonces; un cabritillo o una ovejita? Decir que todavía no es un ser humano, sería equiparable a si los nazis hubiesen dicho que los no pertenecientes a la raza aria tampoco habían llegado a ser seres humanos.

Y los que defienden el aborto legal eugenésico porque hay que proteger la salud de la madre, por el peligro que correría con los abortos clandestinos ¿no equivaldría a decir que en los campos de concentración había que proteger con caretas antigás a quienes iban a realizar la masacre. ¿No son seres humanos todas las víctimas?

Y me pregunto: ¿qué es peor, la masacre de los nazis o la masacre de los abortos? Y si alguien responde que la de los nazis, le preguntaría ¿por qué?

Y cuando alguien dice que es un gran avance la legislación abortista, le preguntaría ¿hacia dónde se ha avanzado?

Y si me dicen que sólo se trata en la nueva ley de eliminar el aborto eugenésico, me seguiría preguntando ¿es que los demás supuestos no tienen la misma gravedad? ¿No se trata en todos los supuestos, de la supresión de vidas humanas?

Estoy seguro de que muchos, al leer este artículo van a decir de mí que no soy un ser normal. Me tiene sin cuidado; pero lo que yo sí digo es que estoy en la línea de lo enseñado por la Iglesia. Y si alguien defiende la licitud del aborto en cualquier caso, piense que no está en sintonía con la doctrina de la Iglesia aunque se tenga por muy católico.

José Gea