En 1552, la hermosa y esbelta Juana casa, como todo lo que hizo en su vida, a la tempranísima edad de los diecisiete años. Lo hace con su primo Juan, príncipe heredero de la corona de Portugal, aún más joven, quince años, el cual morirá apenas dos después de tuberculosis, no sin dejar a Juana embarazada de quien luego será el Rey Sebastián I de Portugal, el rey cuya muerte en Alcazarquivir en 1578 abrirá el proceso sucesorio que finalizará con la elevación al trono portugués de Felipe II de España, bajo el nombre de Felipe I de Portugal.
En un movimiento indudablemente vinculado a la intención de su padre, el Emperador Carlos V, de abdicar, Juana abandona Portugal, dejando con todo dolor a su hijo Sebastián a recaudo de su suegra y tía, la reina portuguesa Catalina de Austria, y vuelve a España para ocuparse de la regencia de nuestro país, que asume el 12 de julio de 1554, con diecinueve años de edad, mientras su hermano Felipe, heredero del trono y rey de España desde 1556, marchaba para realizar lo que se daría en llamar el “Felicísimo Viaje” por Italia y Países Bajos, culminado con su boda con la reina de Inglaterra, María Tudor, a la sazón su propia tía segunda. Juana no volvería ya a Portugal, ni volvería a ver nunca más a su hijo.
Juana, cuya regencia es alabada por todos los historiadores por su ponderación y su mesura, siendo el adjetivo con el que más se la ensalza en su época, aún a pesar de su hermosura y femineidad, el de “varonil”, hará alarde de una gran independencia de criterio, hasta el punto de contravenir a menudo las instrucciones recibidas de su propio hermano, el rey titular Felipe II. Su gobierno durará cinco años (para que se hagan idea, tanto como el de Adolfo Suárez por ejemplo) hasta que en 1559, Felipe vuelve a España, viudo ya de su tía segunda, la reina de Inglaterra. Ha de lidiar Juana con asuntos tan graves como los focos protestantes de Valladolid y Sevilla: de hecho hubo de presidir durante once largas horas el auto de fe de Valladolid que finaliza con 14 quemados, del que incluso llegó a ausentarse en algún momento por no soportarlo más; también el caso Carranza, el arzobispo de Toledo que quiso eliminar la Inquisición.
En el día de la Asunción, es decir el 15 de agosto, de 1559, en el último año de su regencia y por consejo de su confesor Francisco de Borja, Juana de Austria funda en lo que fuera el palacio de Alfonso VI en Madrid, el Convento de las Descalzas Reales, en el que profesarán significadísimas mujeres de la realeza y de la alta nobleza española. Dándose la circunstancia de que esta mujer fuera de lo común, siendo reina y jesuita, lo funda para la orden de las clarisas, es decir, para la sección femenina de los franciscanos. Todo lo cual no será óbice para que su hermano Felipe haga un postrer intento de casarla con su propio hijo, sobrino de ella, Carlos, a lo que ella se niega rotundamente. No tanto por cuestiones de parentesco o sentimentales, cuanto por el firme propósito que se había hecho de no volver a casar en su vida, un propósito afianzado con su nueva (y secreta) condición de jesuita.
Así que con veinticuatro años de edad, Juana hablaba varios idiomas; tocaba varios instrumentos; había sido reina de Portugal; había sido madre y no de cualquier niño sino de todo un rey de Portugal; había ejercido cinco años como excelente reina de España; y era monja jesuita, la única de la historia, así como fundadora de un convento.
El 8 de septiembre de 1573, con apenas treinta y ocho años de edad, demasiado temprano como todo lo que hizo en su vida, un tumor se lleva la vida de la monja-reina en Madrid, siendo enterrada en el Monasterio de El Escorial, y de allí trasladada, como es fácil de entender, al convento de su fundación, en un maravilloso sepulcro que le esculpirá Pompeo Leoni. Moría sólo un año después de su gran amigo y confesor Francisco de Borja.
La historiografía española, y concretamente la ciudad de Madrid en la que nació, en la que ejerció de regente y en la que dejó lo que es su gran obra histórica, el Convento de las Descalzas Reales, está en deuda con esta increíble española de pro y madrileña universal, verdadero prodigio de la historia, ya que su figura no es lo conocida y apreciada que sus muchos logros y realizaciones ameritan.
Si quieren Vds. ver sobre la monja reina una magnífica producción de RTVE, que también las hace y no las bazofias que financia a tanto cineasta presuntuoso y paniaguado del panorama patrio, .
©L.A.
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