La noticia ha sido poco difundida, quizás porque a muchos sólo les interesa la “voz del pueblo” cuando coincide con sus deseos, pero el referéndum realizado en Liechtenstein se ha saldado con una rotunda victoria de los defensores de la vida.
Hay quien sí se ha hecho eco del 76,1% de los votos contrarios a retirar el derecho de veto del príncipe de Liechtenstein sobre las decisiones aprobadas en referéndum, como Religión en libertad, Hispanidad, la Agencia Faro o el bloguero Bruno Moreno. Como se puede observar, no se votaba sobre el aborto (quienes piensan, con razón, que aunque todo el mundo votara a favor del aborto éste no dejaría de ser un asesinato pueden estar tranquilos, aquí no se dilucidaba esto), sino sobre los poderes del monarca, pero todo el mundo sabía que éste y otras medidas del estilo era lo que estaba en juego. Porque los defensores de la cultura de la muerte saben bien que ni Hans-Adam II, ni el príncipe heredero Alois, ni nadie de su familia van a permitir que se conculque la Ley Natural en su pequeño país, como ya lo han demostrada en diversas ocasiones.
Una gran victoria que muestra que cuando un gobernante, valiente y con principios, consciente de que tiene que responder ante Dios antes que ante los hombres, se planta y anuncia que no actuará contra su conciencia, ni contra la Ley natural, ni contra la Ley de Dios, y esto lo hace con determinación y amparado por la razón y la justicia, el pueblo le escucha y forma filas en torno a él. Esto es la monarquía y no otra cosa; un príncipe valiente que responde ante Dios y que, por ello mismo, es arropado por su pueblo. Ante tantas monarquías de cartón piedra, Liechtenstein nos recuerda lo que ya fue un día y puede serlo hoy también si hay quien no se arruga a la hora de dar la buena batalla.