Constantemente estamos hablando de la Iglesia; lo hacemos los católicos practicantes y no practicantes, los pertenecientes a otras religiones, los no pertenecientes a ninguna… Todo el mundo.

A propósito de los creyentes no practicantes, les cuento una anécdota: En una entrevista en televisión, el periodista me preguntó qué pensaba de los creyentes no practicantes. Le respondí: Cuando yo era torero… ¿Pero Ud. ha sido torero? Sí, le respondí sin dudarlo; y cuando le vi un poco desconcertado, despejé sus dudas; “era torero pero no practicaba”; y nos reímos un rato. También hay muchos que se dicen creyentes pero no practican; es una pena. Y yo no me río; lo lamento.

Hay medios de comunicación que dan la impresión de tener como misión desacreditar a la Iglesia y a todas las personas con alguna significación en ella; empezando por el Papa. Me mandaron el otro día un grabado en que aparecía el Papa junto a un niño famélico, con el comentario de lo que vale el báculo y los ornamentos que llevaba el Papa. No sé si lo que quieren es que el Papa siga yendo montado en un borriquillo como entró Jesús en Jerusalén; y si fuese en borriquillo,

quizá lo que querrían es que fuese a pie. Bueno, cada uno es libre para pensar como quiera. Pero la libertad no es un bien absoluto en sí; está orientada a la verdad; y la verdad está en unos o en otros. No valen las campañas orquestadas con falsedades en contra de la Iglesia ni en contra de nadie.

También actualmente algunos están pidiendo que la Iglesia pague el IBI. ¿Por qué lo dicen si lo está pagando como cualquiera? Si tiene bienes que producen beneficios sin ánimo de lucro, está exenta de pagar el ibi, como están exentos de pagarlo los partidos políticos, las federaciones de fútbol, entidades culturales y políticas, (la sede de Ferraz, pagaría 30.000 millones al año según he leído), las confesiones no cristianas. Que empiecen a pagar los partidos y los sindicatos en vez de cobrar las subvenciones que cobran del Estado; y si las siguen cobrando, podrían hacer como hace Cáritas con las subvenciones que recibe, montar comedores o con otras iniciativas que puedan ayudar a tantas necesidades primarias como hay en la actualidad.

La Iglesia, como siempre ha hecho, está donde ha estado desde su nacimiento: confortando, consolando y asistiendo a los que no tienen nada, ni siquiera esperanza de vivir; no sólo con dinero sino con personas que han dedicado sus vidas en exclusiva para servir al Señor atendiendo a los hermanos necesitados. Piensen los políticos y los sindicatos cuántas personas tienen que estén sirviendo gratis a los pobres como tienen las entidades de la Iglesia.

¿Por qué empeñarse en pedir que paguen el IBI quienes están exentos porque sus bienes no son lucrativos, y con los que están haciendo por los pobres lo que ellos no son capaces de hacer?

Permítanme que en esta crisis económica, y ante el ataque constante a la Iglesia, sobre todo, por grupos de izquierda, haga unas preguntas:

1) No soy técnico en cuestiones políticas o sindicales, pero no veo por qué los sindicatos han de recibir subvenciones del Estado. ¿No sería mejor que los gastos de los sindicatos se costeasen por los trabajadores, como se los costea cualquier grupo? Las leyes están hechas para todos. Y si se conculcan las leyes y se perjudica a los trabajadores, que sea la Justicia la que actúe, bien de oficio o por denuncia.

2) Tampoco me explico por qué los sindicatos no hicieron manifestaciones mientras España se estaba hundiendo económicamente, y en la actualidad todo son manifestaciones y huelgas, animando a asistir a ellas, pero sin dar ejemplo en cuanto a la atención a los pobres. ¿No será que se han convertido en sindicatos políticos? Si en vez de esas protestas, luchasen por los pobres y reivindicasen sus derechos e hiciesen todo lo posible por ayudarles como Cáritas o de otra manera, me da la impresión de que tendrían más credibilidad y más crédito.

3) Que los sindicalistas se manifiesten y que actúen y que hagan como mejor les parezca; pero mientras no actúen eficazmente en bien de los pobres no tendrán crédito y se les podría aplicar aquello de que el bien no hace ruido, y el ruido no hace bien: muchas protestas, y muchas palabras y huelgas y manifestaciones; pero, como decimos en valenciano: “De forment, ni un gra”.

José Gea