Leyes liberticidas o maestros
El misil contra la libertad de educación lanzado por la Ministra Celáa ha encendido las alarmas sobre las intenciones del actual Gobierno provisional de Pedro Sánchez. Y acaba de afirmarlo precisamente en el Congreso de Escuelas Católicas diciendo que de ninguna manera el derecho de los padres a escoger una enseñanza religiosa o a elegir centro educativo son parte de la libertad de enseñanza, porque según ella no son emanación estricta de la libertad reconocida en la Constitución.
Las leyes liberticidas disfrazadas de igualitarismo y de progresismo no podrán anular el papel de las familias y de los maestros en el sentido más clásico. La sociedad, es decir, todos y especialmente los jóvenes necesitan referencias fiables cuando faltan asideros para encontrar sentido al vivir. Y con las referencias modelos para aspirar a la excelencia: si es en cristiano, mucho mejor.
Como es sabido, el término maestro procede del latín, magister, que viene de auctor: el que da valor a algo, el conductor hacia un buen fin, el que enseña. Ya sé que ahora está mal visto ser maestro y nadie reconoce ser discípulo de otro. Faltaría más: «yo soy autodidacta, creativo, original»; y si no que se lo digan a los grafiteros tan supuestamente originales, aunque la mayoría son copiones con spray de colores chillones. Pero no es verdad que sean tan originales: todos somos deudores de los padres y maestros. A partir del nacimiento comenzamos a aprender, a ser deudores de la experiencia y el saber de los que nos preceden.
A hombros de gigantes
Menospreciar el magisterio es una insensatez. Se dice con razón que todos «vivimos a hombros de gigantes», los que nos han precedido, y el que no lo reconozca será un ignorante. Mayor importancia tiene esto en la Evangelización que transmite en vivo verdades necesarias para conocer y conocerse, y aportar algo a la Iglesia como cristianos, y a la sociedad como ciudadanos. Por eso en la plegaria de la Misa reconocemos ante Dios el favor de «quienes nos han precedido en el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz».
Sin la gran Tradición cristiana poco podíamos hacer en el orden espiritual e incluso en el material, si se puede expresar de este modo, ya que la persona humana es espíritu encarnado o cuerpo espiritualizado, sin la dicotomía racionalista o cientifista que aísla lo uno de lo otro. Se trata de un dualismo ajeno al pensamiento cristiano que está presente en otras culturas y se notan las consecuencias.
Lo importante es elegir los buenos maestros. En el Parque del Oeste de Madrid, cercano a varias Facultades de la Complutense, se encuentra el monumento al Maestro que enseña con un libro a un pequeño apoyado en sus rodillas, y suele estar rodeado de flores de colores alegres, algunas llamadas comúnmente “pensamientos”.
Autoridad
El conocido escritor Juan Manuel de Prada recordaba en un artículo la auctoritas como característica del magister, esa que apenas se encuentra hoy en el planeta global. ¿Puede un profesor invocar la autoridad ante los alumnos que se encaran con él?, ¿qué político actual tiene auctoritas?, ¿qué leyes actuales emanan de la auctoritas? Auctoritas -resume de Prada- viene del latín augeo y significa aumentar en conocimiento y principalmente crecer como persona: aquí está el quid de esa noble e indispensable tarea, del maestro y principalmente del alumno. Por ello la autoridad nada tiene que ver con la imposición o el autoritarismo que es su deformación.
También he leído que el pequeño Pablo, enfermo de leucemia, ha seguido 5º de primaria gracias al robot AV1 presente en clase en su lugar, algo admirable y prueba de la ayuda que la tecnología puede brindar a los alumnos. Sin embargo, se equivocarían los padres, maestros, y las leyes de educación si vieran en la tecnología la panacea, porque es fácil que lleguen a deshumanizar la educación, y asimismo a los maestros y a los alumnos.