Al coger este libro en tus manos, querido lector, lo primero que ves en la portada es un fraile pensando y escribiendo. Es una figura muy real porque los libros se escriben así. Como es lógico el fraile piensa en Dios ya que esa es su vocación. Tiene una cara muy amable porque pensar en Dios es pacificante y le sale a uno de muy adentro, de las propias entrañas del ser humano. Si te fijas bien, es un ser feliz. Le cuesta trabajo formular lo que tiene dentro pero esto no le impide sentirse dichoso al realizar su tarea.
Además, ves en lo alto de la parte izquierda una paloma de la que salen unos rayos que inciden directamente en la cabeza del religioso. No es una simple decoración, sino una experiencia real de iluminación. El fraile no está pensando sólo con el cerebro; espera y necesita inspiración. Ésta debe provenir del Espíritu Santo porque pensar en Dios sin un algo de revelación es un atrevimiento presuntuoso. El hecho de la iluminación del Espíritu Santo es un aval indispensable para ti si vas a leer las paginas subsiguientes porque ¿qué te importa a ti lo que piense un fraile si no le viene de arriba? ¿Conoce él tu corazón y lo ama suficientemente para decirte algo que te interese?
En el cuadro hay un tercer personaje que hay que tenerle también muy en cuenta. Es el demonio que aparece de pie sobre la mesa, sosteniendo una candela. A través de la ventana se ve que es de noche. Lo más extraño es que la candela del diablo ilumina al fraile mientras escribe. ¿Qué le pasa a Satanás? ¿Es que se ha cambiado de bando? No. Él siempre será creador de dificultades y problemas. Ahora bien, cuando estas dificultades y problemas son superados se trasforman en luz que contribuye a profundizar los temas de los que habla el libro.
Edibesa, Madrid, 2008, 251 pp.