Para entender por qué la Iglesia ha insistido en la figura del celibato sacerdotal hay que tomar en cuenta dos puntos. El primero tiene una connotación evangélica y el segundo se refiere a cuestiones prácticas de la vida cotidiana.
Así como Jesús fue pobre, casto y obediente, los sacerdotes están llamados a seguir sus huellas. Recordemos un pasaje del Evangelio que nos sirve como argumento: “Hay hombres que se quedan sin casar por causa del Reino de los Cielos. El que puede aceptar esto, que lo acepte” (Mt. 19,12). Si bien es cierto que el celibato es una medida disciplinaria y no dogmática, hunde sus raíces en las palabras de Jesús que no dejan lugar a dudas.
Ahora bien, sería imposible que una sola persona pudiera llevar las responsabilidades del matrimonio y, al mismo tiempo, las que surgen del ministerio sacerdotal. Pongamos tres ejemplos:
1. El mismo día y hora que el hijo tendrá la clase abierta de karate, hay una reunión con el obispo. Sería imposible poner una fecha que fuera acorde con las actividades de todos y cada uno de los sacerdotes casados de la diócesis.
2. Pasó tres horas confesando y visitó a los enfermos del territorio parroquial. Llega a su casa y la niña más pequeña le pide que juegue con él a la “escuelita”. Posiblemente, vendrá tan cansado que terminará desilusionando a su hija.
3. Se pide cooperación a la comunidad para que la esposa y los hijos puedan irse de vacaciones a un lugar cercano. Lo más seguro es que haya críticas, rupturas y que se hable de desvíos de recursos.
No faltara el que diga que la jornada laboral es tan cansada como el servicio pastoral, sin embargo, no confundamos la profesión con la vocación. En otras palabras, abolir el celibato daría lugar a dos vocaciones sobre una misma persona, lo cual, a su vez, resulta irreal e inhumano.
Los sacerdotes no destruyen su potencial afectivo. Simple y sencillamente, lo enfocan hacia los demás, hacia Cristo. No dejan de ser hombres, pues la sexualidad va más allá de que se tengan o no relaciones sexuales. Siguen sintiendo atracción por las mujeres, sin embargo, deciden optar por los diferentes proyectos que son propios del ejercicio del ministerio, invirtiendo su tiempo y energías. Cuando se vive plenamente identificados con el amor y la calidez que Dios es capaz de transmitir a través de los diferentes momentos que se tienen durante la oración, hay bases espirituales y psicológicas para vivir con alegría el celibato.