A pesar de los trucos estadísticos que la esconden, de la burocracia disuasoria que busca dificultar la denuncia y de la ineficacia de las mismas, que desanima a los denunciantes, en los últimos treinta años la cifras de delitos es una continua cuesta arriba.
 
Y no solo por el número de delitos sino por la gravedad de los mismos.

La delicuencia en España ha aumentado en los últimos siete lustros de manera cuantitativa, pero especialmente cualitativa.

Y eso que muchos crímenes han dejado de ser delitos.

La impunidad de los delitos, los violentos, pero también los que tienen que ver con la relación de poder opresivo del Estado y su clase política, hacen que muchos de ellos ni siquiera se registren y queden desconocidos.
 
Cuando un olor muy fuerte nos invade la nariz dejamos de percibirlo.

Eso pasa con la delincuencia.

A base de ser tan común, en el sentido estadístico, deja de ser novedosa, deja de ser tema de conversación, y deja de ser noticia.

Y todavía lo es menos con  el ocultamiento por parte de los Media en complicidad  con el Sistema.
 
A pesar de que ciertos delitos, por tener víctimas o acotres famosos, o por su volumen, tienen notoriedad pública, la delincuencia que constituye realmente un problema nacional la sufren las clases medias y bajas, que viven en los barrios donde se produce,  Y que por ello se considera menor y no se persigue con empeño

Por  ser continua y sus víctimas más débiles, sin embargo es la que daña más. 
 
El clima de inseguridad impide el desarrollo comercial y de servicios de ciertas zonas, propiciando el desempleo, y disminuye el valor de las propiedades de los habitantes de los barrios populares que en muchos casos son sus únicos bienes y el ahorro de toda una vida. 

Por otra parte los delitos que se consideran "menores" son mucho más perturbadores para según que población (El robo de una cartera con 399€ es más trastorno para una pensionista, que el robo de un "Goya" en casa de las Koplovic).
 
Y ya es el colmo cuando se culpabiliza a la víctima de la delincuencia por estar en ciertos sitios (¡Hombre, cómo se le ocurre ir por esas calles y a esas horas!...¡Hombre cómo se le ocurre dejar en el coche a la vista un maletín!)
 
Por otra parte, a los políticos no les preocupa la delincuencia  porque cuentan con un amplia protección policial (Es escandalosa la cantidad de recursos policiales que se retraen de la protección a los ciudadanos para vigilar edificios de partidos -no hay más que ver Ferraz o Génova-, políticos de de segundo nivel  -fijense en los guardaespaldas que les acompañan incluso cuando van a asuntos particulares) 
 
Y esta protección policial ser paga con nuestros impuestos y y se nutre de  efectivos que se restan a otras labores.
 
En muchos casos se piensa que el alto nivel de delincuencia que padecemos depende de la labor policial, de la gestión del Ministerio del Interior, y en última instancia del Gobierno que ocupe el poder.
 
El alto nivel de delincuencia y la impunidad con que se comete, siendo también un problema de gestión policial y de gobierno, no tiene ahí su origen.

De ahí que la inseguridad ciudadana no varíe significativamente con gobiernos progresistas o centroreformistas
 
El germen del alto nivel de delincuencia está en la raíz filosófica del Sistema. 
 
El sistema antropológico que alimenta esta democracia liberal relativista es de inspiración rousoniana

Esto incide en los valores que se inculcan a niños y jóvenes y  en el sistema educativo, de donde salen los delincuentes (no es una cuestión de medios, de la escuela de La Rosilla salen los camellos y del colegio El Pilar los empresarios estafadores y defraudadores y los políticos corruptos del Sistema que roban del Erario Público)

En la misma base filosófica denunciada esta el problema del castigo de los delincuentes.

En los legisladores que desarrollan los códigos, y sus correspondientes tipos penales, y en los administradores que gestionan las cárceles

Ambos consideran que la principal función del sistema penal debe ser reinsertador del delincuente, olvdándose  de defender a las victimas: las concretas de cada delito y la general de la sociedad que también sufre las consecuencias. 

Los legisladores del sistema invierten el orden de la finalidad de la pena.
 
Lo natural de la legislación penal es que sea  punitiva (que se castigue al delincuente proporcionalmente a su delito)

Después preventiva (ante el miedo a la pena el delincuente no delinque),

Y en último luegar, solo si es posible, pero sin entrar en colisión con las dos anteriores características, reinsertativa .

De esta forma se protege a los ciudadanos de los delincuentes.
 
Pero la legislación del sistema, con una continuidad sospechosa, sin notorias diferencias sea cual sea el partido del sistema que gobierna, ha mantenido unas leyes que atan las manos a la policia. 
 
Por otro lado toda una colección de jueces complices activos o cobardes, para no complicarse la carrera, en connivencia con la clase política y la filosofía del sistema, actua con más arbitrariedad que discreccionalidad en la aplicación de unas leyes ya de por si injustas con las víctimas.
 
Las víctimas del alto nivel de delincuencia que propicia el Sistema somos todos los ciudadanos (no hace falta que hayamos sufrido un delito de forma directa para ser victimas:
¿Cuananto dinero de nuestros impuestos van a pagar las fuerzas de seguridad, policías, jueces, instalaciones policiales y judicales,...?
¿Cuánto dinero nos cuestan a empresas y particulares los sistemas de seguridad, seguros, etc de nuestras propiedades?....
¿Cuánto tiempo perdemos y cuantas humillaciones sufrimos pasando por arcos de seguridad, cacheos, etc..?
¿Por cuantos lugares no podemos pasar, aparcar, acercarnos, visitar, etc... por "seguridad"?...
Etc....
 
Sin embargo todos somos responsables de sufrir directamente, económicamente, etc... la delincuencia.
 
Llevamos treinta años llevando al poder a una misma clase política que ha legislado contra los ciudadanos.

Las diferentes mayoría parlamentarias no han cambiado sustancialmente la situación.
 
Todos somos conscientes de que ellos son los responsables y todos tenemos certeza de que mientras ellos continúen la cosa no va a cambiar porque forma parte de su esencia.
 
Si seguimos votando a los mismos partidos sabiendo positivamente no tenemos razón moral para quejarnos cuando seamos víctimas de una delincuencia que hemos generado de manera indirecta, al apoyar unos partidos que son el origen del problema.
 
 
Tenga memoria y cuando vaya a votar la próxima vez recuerde la veces usted o sus allegados ha sentido la inseguridad y la injusticia.