Último día de curso antes de las vacaciones de verano.
Dos padres coinciden en la puerta del colegio y comentan entre ellos:
- ¡Bueno ya están los niños de vacaciones!... y empiezan nuestros problemas
- Sí, desde luego: … ¿qué pensáis a hacer vosotros con ellos?
- Pues no sé ¡chico! lo de todos los años, supongo: apuntarlos a clases de inglés, de tenis, de judo… En fin “colocarlos” y tenerlos entretenidos hasta que su madre y yo estemos disponibles.
- Nosotros igual. Los apuntamos a no sé cuantas cosas, si no ¡no hay manera!
- Oye ¿y los tuyos eso como lo llevan?, porque los míos se me rebelan…
- Pues mal, pero que se le va a hacer, habrá que comerles un poco el coco.
Caso 2
Último día de trabajo en la empresa antes de las vacaciones.
Dos compañeros hablan a la salida de la oficina:
- Oye que tal este mes de agosto…¿ te quedas o te vas?
- ¡Me voy!, necesito cambiar de aires y me voy con Toñi al Caribe de cabeza.
- Pero ¿y tu padre? ¿no andaba delicado?.
- Y tanto pero ¡qué quieres chico!... como comprenderás no podemos llevarlo a él.
- ¿Y qué vais a hacer?
- Pues ingresarle en una residencia de esas tan buenas que existen, la verdad es que tienen de todo, los cuidan y los tienen muy entretenido
- Ya. ¿y él que dice?
- Pues que no ¿qué va a decir? Pero en fin habrá que comerle un poco el coco con lo de la residencia.
Lo aleccionador es, que el niño “colocado por sus padres” en las actividades extraescolares es el mismo que, años después, “aparcaba a sus padres” en la residencia.
Esta es la “lógica” de la condición humana a la que estaríamos condenados, si no nos librara de ella la sabiduría del cristianismo que nos manda: honrarás a tus padres y no harás a los demás lo que no quieras que hagan contigo.
Porthos