Satanás, en un rato de coraje,
quiso al mundo probar
hasta dónde llegaban los poderes
del abismo infernal.
Del odio, la mentira y la soberbia
hizo el zumo sacar,
lo agitó con el rabo, y brotó al punto
un anticlerical.
Al presentar su engendro a los demonios,
cuentan que Satanás,
cruzándose de brazos, rugió alegre:
¡ya puedo descansar!
El irá por el mundo arrebatando
a Cristo su heredad,
su paso por la tierra será horrible
como el del huracán.
No faltarán jamás en sus discursos
aires de libertad;
así engañará al pueblo, pero al cabo,
será un tirano más.
Oyéndole aplaudir el libre culto
cualquiera pensará,
que por el fuego del amor divino
se siente devorar.
Que quiere para el Dios de sus amores
un templo y un altar,
y el necio es un ateo miserable
sin rastro de piedad.
Aspira a laizar el matrimonio
pero todo no más,
que porque al muy lascivo le molesta
el lazo conyugal.
Como el gentil de la podrida Roma
él quisiera gozar,
mudando de mujer como se muda
de ropa o vecindad.
Cuando habla de enseñanza, su bandera
es la escuela laical,
sin Dios, sin religión, porque él no tiene
la fe en un más allá.
Los frailes, sobre todo, le revientan,
para eso es liberal,
pero amando a los curas de la aldea
los deja hasta sin pan.
Pretendiendo que el fraile en su convento
no hace sino rezar,
exigirá impaciente su exterminio
por vago y holgazán.
Mas cuando haya probado en ciencias y artes
su laboriosidad,
alegando imposibles competencias,
lo mismo pedirá.
Quiere justicia por la casa ajena,
Por la suya jamás;
Su conciencia es hacer lo que le place,
Su honor es su caudal.
Tal es el monstruo que abortó el infierno
En su odio a la verdad;
Le apellidan progreso, y no se engañan,
Es progreso del mal.
Antes de ser destinado a Talavera de la Reina el beato Saturnino Ortega fue párroco en Santa Cruz del Retamar. En la Navidad de 1906 escribe esta composición, que fue publicada en "El Castellano el 8 de enero de 1907. Han pasado 112 años y su actualidad sigue valiendo.