Que San Pedro y San Pablo celebren juntos su onomástica y que lo hagan tal día como el 29 de junio, no implica ni que el martirio de uno y otro se celebrara en fecha tal, ni siquiera que ambos próceres de la cristiandad fueran ejecutados el mismo día, si bien no sería justo ocultar que dicha tesis, la de la ejecución simultánea en idéntica fecha, aunque no demostrada con fehaciencia histórica, registra en la Iglesia larga tradición. Así lo demuestra por ejemplo la Carta de Dionisio, obispo de Corinto a los romanos, transcrita por Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica:
 
            “En esto también vosotros, por medio de semejante amonestación, habéis fundido las plantaciones de Pedro y de Pablo, la de los romanos y la de los corintios, porque después de plantar ambos en nuestra Corinto, ambos nos instruyeron, y después de enseñar también en Italia en el mismo lugar, los dos sufrieron el mismo martirio en la misma ocasión” (HistEc. 2, 25, 8).
 
            El gran clásico medieval de la onomástica, la Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine transcribe un pasaje de otra Carta de Dionisio, obispo de Corinto, ésta a Timoteo, que rezaría como sigue:
 
            “¡Oh hermano mío Timoteo! ¡Si hubieses sido testigo de los últimos momentos de estos mártires! ¿Cómo oír sin llorar la publicación de aquellas sentencias en las que se decretaba la muerte de Pedro por crucifixión y la de Pablo por degollación?”.
 
            Actualmente tiende a creerse que la clave de la festividad del 29 de junio ha de hallarse en dos fuentes que aportarían una información coherente entre ellas, si bien, todo sea dicho, bastante confusa, y conste que la interpretación que voy a aportar a partir de este momento no es en modo alguno propia, sino simplemente la que acostumbra a darse y sirve para explicar el porqué de la festividad conjunta de ambos santos en tal fecha como la de hoy.
 
            La primera fuente es el llamado “Cronógrafo de Filócalo” en el que literalmente se lee:
 
            “III. Kal. Iul. Petri in Catacumbas et Pauli Ostiense Tusco et Basso Cons.”
 
            Que ha de interpretarse así:
 
            - “III. Kal. Iul.”. "Día tercero de las calendas de julio", correspondiente al actual 29 de junio.
            -“Petri in Catacumbas et Pauli Ostiense”. "Pedro en las Catacumbas y Pablo en la Ostiense", lugares en los que se celebra la onomástica.
            - “Tusco et Basso Cons.”. "Tusco y Basso cónsules", es decir, durante el consulado de Tusco y Basso, que como sabemos por otras fuentes, aconteció en el año 258 d. C..
 
            El gran arqueólogo italiano Giovanni Batista De Rossi (18221894), director del Museo cristiano vaticano y presidente de la Pontificia Academia romana de Arqueología, publica poco antes de morir su descubrimiento en Berna de un códice que contenía el llamado “Martirologium Hieronymianum”, en el cual aparecía una entrada plenamente coherente con la del “Cronógrafo de Filócalo”:
 
            “III. Kal. Iul. Romae natale apostolorum sanctorum Petri et Pauli -Petri in Vaticano via Aurelia Pauli vero in Via Ostensi, utrumque in Catacumbis, passi sub Nerone, Basso et Tusco consulibus.”
 
            En el que como vemos, vuelve a citarse la misma fecha (el 3 de julio convertido en 29 de junio), y el mismo año (el consulado de Tusco y Basso acontecido en 258). Aunque añadiendo un tercer dato de gran interés: “Petri in Vaticano via Aurelia Pauli vero in Via Ostensi, utrumque in Catacumbis”, es decir, “Pedro en el Vaticano Vía Aurelia, Pablo en Via Ostense, y ambos en las catacumbas”. Lo que implicaría que mientras el culto de Pedro tenía lugar en Vaticano y el de Pablo en Via Ostense, el de ambos se producía en las catacumbas, es decir a un tercer lugar en el que habrían estado juntos, como es congruente pensar, por haber sido trasladados a él.
 
            La coherencia histórica del dato, es decir, que los restos (o los que se veneraban como tales) de los dos grandes próceres, Pedro y Pablo, fueran trasladados en circunstancia tal, es remarcable. Y es que el año 258 no es una fecha cualquiera, sino aquélla en la que se desata la gran persecución del Emperador Valeriano que, entre otras cosas, prohibe a los cristianos reunirse en los cementerios en los que rendían culto a sus más veneradas reliquias, por lo que bien pudo ocurrir que ante tesitura tal, los perseguidos decidieran remover los restos más importantes, en este caso los de Pedro y Pablo, para trasladarlos a lugar más seguro y desconocido, como fue considerado entonces el cementerio de las Catacumbas.
 
            Es más, estudios arqueológicos realizados en el cementerio han servido para encontrar una cámara doble llamada Platonia or Platoma, sobre la que el gran Papa español Dámaso (pinche aquí se desea conocer más sobre su vida) construyera la Iglesia de los apóstoles. Cámara en la que ambos cuerpos bien podrían haber reposado unidos, aunque eso sí, no para siempre, pues reza la tradición que en un determinado momento, cada uno habría vuelto a su lugar de origen, Pedro al Vaticano, Pablo a la Vía Ostense.
 
            Todo, como se ve, bastante especulativo, pero en cualquier caso, la mejor explicación hasta ahora del porqué de que los cristianos hayan terminado consagrando la fecha del 29 de junio como aquélla en la que rendir culto a las dos grandes figuras del santoral cristiano, San Pedro, el príncipe de los apóstoles, y San Pablo, el apóstol de los gentiles.
 
 
            ©L.A.
           
 
 
 
 
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