Hay un sector de la humanidad que es especialmente vulnerable por su delicadeza y fragilidad. Me refiero a los niños que pueblan ciudades y pueblos, familias y tribus, colegios y hospitales. Nada más conmovedor que contemplar a un niño que sonríe, o que llora. Es todo un espectáculo de la naturaleza. Pero la población infantil, así como la familia entera, se debería declarar patrimonio de la humanidad que hay que defender con coraje, porque está en peligro de extinción. Pero hoy, incomprensiblemente, con una crueldad inaudita, inhumana, se defiende más el aborto que la natalidad. Recuerdo indignado la respuesta que dio un político español cuando en una campaña a favor de la vida humana se explicaba el sinsentido de defender más a los linces que al nasciturus. El político en cuestión de despachó con esta salvajada: “Hay que defender más a los linces porque hay pocos, y niños si muere uno ya nacerá otro”. Esta persona no merece para nada representar al pueblo. En la magnífica película “La noche del cazador”, una de las protagonistas, la señora mayor que acogía a niños en su casa, dirigiéndose al espectador pronuncia una frase lapidaria: “Este mundo no es para los niños”. Así lo parece.
Dirijo hoy esta carta a los niños que sufren: Queridos niños: Los que sufrís el acoso de los que solo buscan satisfacer la sensualidad. Los que sois maltratados por los mismos que os engendraron. Los que sois víctimas del desamor de los padres, que rompen el matrimonio y destrozan la familia por no tener un corazón capaz de amar. Los que sois explotados en cualquier rincón del mundo en trabajos brutales, en lupanares, en la mendicidad organizada, en la rapiña, en los estercoleros de grandes ciudades. Los que sois víctimas de adultos sin escrúpulos que no le importa nada vuestro sufrimiento, y sois tratados como perros sarnosos. La verdad es que muchísimos perros viven mejor que millones de niños. A vosotros que sois abortados por mujeres sin alma que solo buscan el placer sin consecuencias. Los que sois asesinados y echados a la basura como a gatos muertos. A vosotros que llenáis grandes secciones infantiles de cualquier hospital del mundo sufriendo enfermedades traicioneras. Los que padecéis el síndrome de down regalando sonrisas a las personas que os acogen, o llorando el desprecio o la burla de los que nos os quieren…
Sois muchos. Millones de niños esparcidos por el mundo corriendo suertes distintas. Hoy os quiero tener presente en este rincón de Internet, al que nunca enterareis, pero que convertimos en oración a Dios Padre dejando hablar al corazón de los hijos y de los padres.
Oración de un hijo por su padre
QUERIDO PAPÁ:
Quiero contarte algo que se refiere a nosotros dos.
Quiero compartir contigo algunas experiencias que viví a tu lado sin que tú lo supieras, experiencias que de alguna manera le transmitiré a mis hijos, cuando sea yo quien los tenga.
... Cuando pensabas que no te veía, te escuché pedirle al Ser Supremo salud y trabajo para nosotros, y aprendí que existía Alguien con quien yo podría conversar en el futuro
... Cuando pensabas que no te veía, te vi preocuparte por tus amigos sanos y por tus amigos enfermos, y así aprendí que todos debemos ayudarnos y cuidarnos unos a otros
... Cuando pensabas que no te veía, te vi dar tu tiempo y dinero para ayudar a personas que nada tenían y aprendí que aquellos que tenemos, debemos compartirlo con quienes no tienen.
... Cuando pensabas que no te veía te sentí darme un beso por la noche y me sentí amado y seguro.
... Cuando pensabas que no te veía, te vi atender la casa y a todos los que vivimos en ella, y aprendí a cuidar lo que es dado.
... Cuando pensabas que no te veía, vi cómo cumplías con tus responsabilidades, aún cuando no te sentías bien, y aprendí que debo ser responsable cuando crezca.
... Cuando pensabas que no te veía vi tus lágrimas, y entonces aprendí que a veces las cosas duelen, y que está bien llorar.
... Cuando pensabas que no te veía, vi que yo te importaba y quise ser todo lo que puedo llegar a ser.
... Cuando pensabas que no te veía, aprendí casi todas las lecciones de la vida que necesito saber para ser una buena persona y también productiva cuando crezca.
... Cuando pensabas que no te veía, te vi y quise decir:
¡gracias por todas las cosas que vi, cuando pensabas que no te veía!
Nosotros tus hijos.
Anónimo
ORACIÓN DE UN PADRE POR SUS HIJOS
Ayúdame Señor a comprender a mis hijos, a escuchar pacientemente lo que quieren decirme, y a responderles todas sus preguntas con amabilidad. Evítame que los interrumpa, que les dispute, o contradiga. Hazme cortés con ellos, para que ellos sean conmigo de igual manera.
Dame el valor de confesar mis errores, y pedirles perdón cuando comprenda que he cometido una falta. Impídeme que lastime los sentimientos de mis hijos.
Prohíbeme que me ría de sus errores, o que recurra a la afrenta y a la mofa como castigo. No me permitas que induzca a mis hijos a mentir y a robar.
Guíame hora tras hora para que confirme, por lo que digo y hago, que la honestidad es fuente de felicidad.
Modera, te ruego, la maldad en mí. Evítame que los incomode, y cuando esté malhumorado; ayúdame, Dios mío a callarme. Hazme ciego ante los pequeños errores de mis hijos, y auxilíame a ver las cosas buenas que ellos hacen. Ayúdame a tratar a mis hijos como niños de su edad, y no me permitas exigirles el juicio y convicciones de los adultos.
Facúltame para no robarles la oportunidad de confiar en sí mismos, pensar, escoger o tomar decisiones. Oponte a que los castigue, para satisfacer mi egoísmo. Socórreme, para concederles todos los deseos que sean razonables, y apóyame, para tener el valor de negarles las comodidades que yo comprendo que les harán daño.
Hazme justo y ecuánime, considerado y sociable para con mis hijos, de tal manera que ellos sientan hacia mí, estimación.
Hazme digno, Señor, de que sea amado por mis hijos.
Queridos niños, ¡ojalá aprendamos la lección que nos dio Jesús! Dejad que los niños se acerquen a mí. De los que son como ellos es el reino de los cielos.