Año del Señor 2019
5 de mayo
 
Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día. 
 
¿EL MEJOR? NO, EL APROPIADO 
 
Una amiga nos había pedido unas pulseras y, como no nos había dado tiempo a terminar de montarlas, decidimos acabarlas ayer por la tarde con ella en el locutorio. 
 
Después de grabarlas, siempre limpiamos un poco las medallas con un paño para quitar el polvillo de metal que se levanta con la grabación. Así pues, yo, con toda confianza, llevé el paño que suelo utilizar para esta tarea. Después de haber probado otros, este paño me encanta, porque no deja pelillo, ni se rompe con facilidad... Sin embargo, las demás, al verlo, soltaron una carcajada monumental.
 
-¿Vamos a limpiar las medallas con ese trapo cochambroso?
 
-¿Las limpiará de verdad o las ensuciará más?
 
Y es que, ciertamente, su aspecto no era muy atractivo... ¡más bien parece el trapo de un mecánico!
 
Así, entre risas, nuestra amiga dijo: 
-¡Realmente es de reto! Sí, porque esto, que aparentemente está  “hecho un trapo”, que parece que no puede limpiar y da la impresión de que ya no sirve... hace su función genial. 
 
¡Y qué razón tenía! Quizá no era el mejor trapo, ¡pero era el apropiado! Ella luego nos habló de cómo muchas veces nuestra pobreza nos hace sentir que no vamos a poder, o que no servimos para esto o aquello, y, sin embargo, eso no es real. La realidad, más bien, es que la experiencia de nuestra propia pobreza, salvada por Cristo, se vuelve un don para los demás. 
 
Sí, porque cuántas veces son nuestras propias manchas las que nos hacen ser misericordiosos con los demás, pues, si yo he necesitado que otros tengan paciencia conmigo, entiendo al otro cuando cae; si me he sentido pequeño y frágil, cuando veo a otro lo comprendo y puedo abrazar su fragilidad; cuando he podido experimentar que otros cuentan conmigo, me recuerdan que también yo tengo mucho para darme a los demás...  
 
Lo único que necesitamos es dejarnos salvar por Cristo en esas pequeñas cosas del día que nos hacen sentir débiles, pobres, pequeños... ¡si solo vemos nuestras propias manchas, dejamos de ver la misión de nuestro trapo! Si solo me fijo en mi pequeñez, no lograría ver la capacidad que Él me da para amar. 
 
Hoy el reto del amor es responder con un sí pronto y alegre a cualquier servicio que te pidan. Deposita tu vida en manos de Cristo, entrégale el día y... ¡prepárate para un día lleno de aventuras! Porque, quien le da la mano a Cristo, ya no sabrá lo que es parar. 
 
VIVE DE CRISTO
 
Pd: Y, desde aquí, mandamos un abrazo muy fuerte a todas las madres, esas personas de amor incondicional que tantas veces nos han ayudado a sacar lo mejor... incluso cuando nos sentíamos “el peor trapito”. ¡Gracias por ser un reflejo del amor del Señor! ¡Feliz día de la madre! 
 
 
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¡Feliz día!
 
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