Dos amigos quedan a comer un mal día de trabajo, en el caluroso julio de Madrid. Entre sus ideas y proyectos, un soñado pero imposible viaje a Medjugorje se cuela en la conversación con insistencia, en medio de las quejas por lo mal que hacen las cosas sus respectivos jefes y lo bien que las harían ellos de ser quienes mandasen.
Pues bien, a la hora de pagar, su amigo echa un vistazo a la portada del mapa elegido, y en ese mismo instante se da cuenta de que el imposible viaje a Medjugorje se realizará dentro de nada. De entre todas las regiones de Europa que podrían haber elegido los diseñadores de la portada de la Guía Michelín 2006, desde Dublín a Reyjkiavik pasando por Fuenlabrada o Daimiel, en todo el centro de dicha portada se asoma chiquitita y como sonriendo el nombrecito de la soñada población de Bosnia y Herzegovina: Medjugorje. A penas dos días después ya había furgoneta para ir, conductores de sobra para llevarla y pensión con habitación individual de cinco en la época de mas afluencia a la aldea de Herzegovina. El viaje imposible se concretó como sin querer. De repente todos los elementos encajaron en el doblón. ¿Casualidad? Yo lo prefiero llamar Diosidencia, la presencia de Dios en la vida de los mortales a través de pequeños signos, guiños que hace el Padre a sus hijos.
Otra. Una nonagenaria monja de clausura que yace en cama por su estado de salud, desea en el silencio de su corazón celebrar ese día su cumpleaños comiéndose unos langostinos, sin embargo no se lo dice a nadie, lógicamente, dadas las circunstancias del régimen de vida monacal de su comunidad. Suena el timbre del torno y aparece una bolsa con un kilogramo de langostinos frescos que ha dejado precisamente esa misma mañana un visitante anónimo. ¿Casualidad? Yo creo más bien en las Diosidencias, en este caso, no solo culinarias, sino de amor de Dios para con su hija en el día de su cumpleaños.
Y ahora escribo no la última, sino la próxima. Visito Valladolid los próximos jueves y viernes. En menos de 24 horas tengo que dar dos conferencias de temas diferentes en dos sitios distintos, al mismo tiempo que saludar a unos amigos por un lado, y por otro visitar el Santuario Nacional de la Gran Promesa, por recomendación especial de una amiga de Sevilla, metiendo entra tanto y tanto la Santa Misa del viernes y, si cabe, el partido de España del jueves.
Sin haber estado jamás en Valladolid, busco hotel, busco iglesia y horarios de Misa, busco santuario de la Gran Promesa y busco las sedes de sendas conferencias. Para mi sorpresa, todo cuadra en un margen menor a un kilómetro de distancia con las horas de cada acto, visita y celebración en un programa yo diría que diseñado para, habiendo hecho todo, estar a las 18:00 del viernes en Madrid jugando un partido de pádel. Un plan imposible sale de la chistera sin moverme de mi sitio. ¿Casualidad?
Las Diosidencias son lo dicho, pequeños o grandes guiños que hace Dios que te indican su presencia en tu vida. El click de este asunto es que solo son perceptibles para los oídos que tratan de vivir en clave de Dios. ¿Cómo se vive en clave de Dios? Teniéndole presente, teniéndole en cuenta, y para eso no hay otro medio ni forma que la oración, la Palabra y los Sacramentos. Son los auriculares, la batería y el software que hace posible oir la música que Dios emite en tu “IPod” interior: tu espíritu.