Tras un trimestre en el dique seco, llegó el momento de reabrir este blog, con el compromiso de escribir en él cada martes y viernes a partir de esta semana. Los martes, explicando alguna historia o anécdota vinculada a un deportista y a sus valores cristianos; los viernes, aportando aquellas vivencias propias ligadas al deporte, amigos y familia. Sin embargo, en este reencuentro con REL toca saltarse el guión (tanto sobre lo que toca escribir cada día como acerca del tema deportivo), ya que no puede haber nada mejor para volver a escribir unas torpes líneas que rememorar la Primera Comunión de mi hija, Blanca, hace casi un mes.
Blanca, de ocho años, es la pequeña de mis cuatro hijos. Los cuatro han recibido ya la Eucaristía y puedo aseguraros que la Primera Comunión de cada uno ha sido un momento muy, pero que muy especial, tanto o más que el verlos nacer. Cuando los bautizamos, los llevamos nosotros, pero en la Primera Comunión saben perfectamente lo que hacen y son ellos quienes toman una decisión, quienes están convencidos de querer recibir a Jesús. Como padres significa el comenzar a pasar un testigo. Decir por primera vez en el aspecto espiritual:
“Ahora te toca a ti. Por supuesto que con mi ayuda, pero tú, con tu propia iniciativa y decisión, eres quien se encargará de alimentar ese corazón, de recibir a Jesús cada día si te es posible”.
Las Primeras Comuniones, además, son muy especiales en el Colegio Santa Isabel, donde van mis hijos. En la preparación se cuidan todos los detalles. Se vive un recogimiento muy especial. Los sacerdotes, el Padre Gabriel y el Padre Miguel Ángel, Legionarios de Cristo, hablan al alma y dejan una huella especial. La música es preciosa. Participan en la ceremonia todas las familias cuyos hijos van a vivir tan intenso momento. Se realiza con tiempo la Primera Confesión. Se hace una ceremonia especial para la renovación de las promesas del Bautismo…
Con Blanca, además, he tenido la gran suerte de poder participar intensamente en la preparación a su Primera Comunión, siendo catequista suyo y de varias de sus amigas (Ivet, Inés, Helena, Ethel, Alexia, Cecilia, Teresa y Carmen). No puedo dejar de agradecer a Araceli Pou por la oportunidad de realizar esta actividad, como a Loles, mi esposa, y a mi madre, por sustituirme algunas veces que no he podido ir por temas de trabajo. La primera reunión de catequistas, para troncharse, más de quince mamás y un papá: yo. Araceli, diciendo varias veces: “mirad chicas, perdón chicas y Rafa…”
Sería injusto no agradecer también a todos aquellos familiares y amigos que nos acompañaron en un día tan importante para Blanca. En una ocasión tan especial, experimentar la sensación de sentirse apreciado por tanta gente buena es también algo muy impactante. Loles y yo nos perdimos por los pasillos del Makro, comprando a granel bebidas, frankfurts para los niños, bollería… pero la fiesta no hubiera sido posible sin los pasteles, decorados para la ocasión, hechos por Mercedes y Oriol, las espectaculares tortillas de Cristina y Fernando, Fátima y Rubén, Cristina y Adrià…
Sin lugar a dudas, no podemos ofrecer regalo más grande a nuestros hijos que darles a conocer a Jesús y hacerlo presente en sus vidas. La Primera Comunión es el regalo de regalos. Gracias, querida Blanca, por recordarme que se puede vivir un momento tan especial, que aunque sea por unos instantes podemos experimentar lo que es el Cielo aquí mismo en la tierra.