Stefan Lunte, asesor de la COMECE, hace ya unos cuantos años, me dijo que lo que había configurado Europa eran los monasterios y las peregrinaciones. Lo de los monasterios ya lo vio Mitterand cuando, a la pregunta acerca de los límites de Europa (con la cuestión de la ampliación a Turquía flotando en el aire), respondió que era sencillo: allí donde existía o había existido un monasterio, eso era Europa. El otro gran foco de irradiación de fe y cultura, tan íntimamente unidas que fueron una, fueron las peregrinaciones: Santiago, Roma, Jerusalén, pero también muchas otras, más pequeñas, a los cientos, quizás miles, de santuarios que jalonan nuestras tierras.
Me ha venido esto a la cabeza porque Stefan me decía que, aunque no sean los únicos caminos, la Nueva Evangelización tendrá que recuperar y regenerar la vida religiosa y las peregrinaciones (en cierto modo, las JMJ son peregrinaciones itinerantes ). Y cuando he leído la crónica de la trigésima peregrinación de París a Chartres por Pentecostés, la peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad, he recordado esas palabras y me he dicho que esos deseos ya empezaban a ser una realidad.
La peregrinación dura tres días en los que se andan unos 100 kilómetros (evidentemente el público es mayoritariamente juvenil más algún madurito en bena forma). Los peregrinos, que pasan de 10.000, se agrupan en capítulos, más de 150, fácilmente reconocibles por sus estandartes (por cierto, veo que hay un capítulo en España). Os animo a visitar su página web, Notre Dame de Chretiente, seguro que os levanta el ánimo. Y no os perdáis, en la columna de la derecha, el apartado de fotos de este año, de las que aquí reproduzco un par.
Y con sana envidia, digo yo, que se podría hacer algo así pongamos que en el Pilar, ¿no?