Muchos son los lectores que siguieron el anterior post dedicado a la Virgen María. Y algunas sugerencias para que siga con el mismo sistema de recordar la doctrina sobre los temas más sobresalientes de nuestro Catecismo. Me perece bien, porque lo que hay hoy es un grave problema de ignorancia. Uno no se explica que en una sociedad en la que han estado escuchando la doctrina de siempre en familias, colegios, parroquias, centros de enseñanza, etc, haya tanta ignorancia. Y no solo ignorancia, sino que proliferen los errores de bulto. Si con estas publicaciones podemos disipar alguna duda, o confirmar en la fe a los que tienen las cosas claras, me doy por satisfecho. En los es el sacramento central de la Iglesia, y es lo que hoy peor se está tratando.
¿Qué nos enseña nuestra fe acerca de la Eucaristía?
Nuestra fe nos enseña que aquello que proclamamos en la Eucaristía, la muerte y resurrección de Cristo, también se hace presente en ese mismo acto por el poder del amor y la bondad de Dios. Este es el corazón de nuestra fe en el sacramento que denominamos Eucaristía, el santo sacrificio de la Misa, la real presencia de Cristo.
¿De qué diversas maneras se describen la Eucaristía?
El Catecismo de la Iglesia Católica comienza el artículo sobre la Eucaristía con una reflexión acerca de los nombres con los que se identifica dicho sacramento. Allí leemos que cada nombre del sacramento evoca algunos de sus aspectos. Se le llama "Eucaristía porque es acción de gracias a Dios (1328). A veces se lo denomina "Fracción del pan porque Jesús usó este rito, sobre todo, en la Última Cena (1 329). También se dice que la Eucaristía es "el memorial de la pasión y resurrección del Señor... el Santo Sacrificio porque actualiza el sacrificio de Cristo Salvador e incluye la ofrenda de la Iglesia (1330).
¿Por qué es la Eucaristía tan importante para la Iglesia?
La Eucaristía se encuentra en el corazón mismo de la vida de la Iglesia. En la celebración de este misterio de fe, Cristo mismo se hace presente ante su pueblo. La Eucaristía, rica en simbolismo e incluso más rica en realidad, lleva intrínsecamente toda la realidad de Cristo y actúa cómo mediador de su obra hacia nosotros. En pocas palabras, cuando la Iglesia se reúne para adorar a Dios y ofrece el sacrificio Eucarístico, Cristo no sólo está presente de forma real y verdadera en la forma del pan y el vino sino que también continúa su obra salvadora para nuestra salvación.
¿Qué es lo que realmente se hace presente con la Eucaristía?
En la Eucaristía, Jesús ha instituido un sacramento en el que la misma pasión, muerte y resurrección que el sufriría se haría presente nuevamente en nuestras vidas de una forma que nos permite compartir los beneficios de la cruz. Hablamos de la muerte ante el pecado y el nacimiento en una nueva vida porque participamos en el misterio de la muerte y resurrección de Jesús. La Iglesia usa la palabra "re-presentar" (hacer presente nuevamente) para referirse a lo que sucede en la Misa. La frase "santo sacrificio dc la Misa también es exacta porque por medio del sacramento, la muerte y resurrección de Jesús se hacen presentes nuevamente. El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son un único sacrificio.
¿Cuándo y por qué se instituyó la Eucaristía?
Con gran claridad, la constitución del Concilio Vaticano II sobre la Sagrada Liturgia nos enseña: "Nuestro Salvador, en la Última Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con lo cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio de la Cruz y a confiar a su Esposa, la Iglesia, el Memorial de su Muerte y Resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera (SC 47).
¿Qué relación existe entre la Eucaristía y la Ultima Cena?
Los orígenes de la Eucaristía se encuentran en la Última Cena. EI Catecismo nos enseña que "para dejarles una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles partícipes de su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección y ordenó a sus apóstoles celebrarlo hasta su retorno; constituyéndoles entonces sacerdotes del Nuevo Testamento (1337). En el contexto de la Última Cena, Jesús instituyó un nuevo sacrificio memorial. Como memorial de su muerte y resurrección en el curso de la Cena Pascual con sus apóstoles, Jesús tomo pan, "pronuncio la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, coman, éste es mí cuerpo" (Mt 26, 26). De la misma manera, tomó la copa ceremonial de vino, "dio gracias y se la pasó diciendo: "Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes" (Lc 22, 20). Finalmente, les ordenó: "Hagan esto en memoria mía" (1 Co 11,24).
Al igual que la Cena Pascual, este sacrificio memorial del nuevo orden es tanto sacrificio como comida sagrada. Ambos aspectos son parte, en forma inseparable, del mismo misterio. En una representación sin sangre del sacrificio de la cruz y aplicando su poder de salvación, el Señor se ofrece en el sacrificio de la Misa cuando a través de las palabras de la consagración y la efusión del Espíritu Santo, Cristo está presente en forma sacramental en la forma del pan y el vino para convertirse en el alimento espiritual de los fieles.
¿Qué significa que Jesús murió una vez y para siempre?
Es verdad que sólo existe un único sacrificio: la ofrenda personal de Cristo en la cruz en el Calvario. Jesús, que fue la víctima de nuestros pecados, se ofreció una vez y para siempre para nuestra redención. "Por eso Cristo es el mediador de un nuevo testamento o alianza. Por su muerte fueron redimidas las faltas cometidas bajo el régimen de la primera alianza, y desde entonces la promesa se cumple en los que Dios llama para la herencia eterna (Heb 9, 15).
Este gran sacrificio fue ofrecido por Jesús, el sacerdote y víctima, que se ofreció a sí mismo en el altar de la cruz para nuestra redención. Este sacrificio no se debe y no se puede repetir, pero se lo puede presentar nuevamente de manera que podamos, en forma sacramental y espiritual, participar en él y obtener alimento espiritual de este sacrificio. Si bien es cierto que no podemos estar físicamente presentes en el Calvario, estamos presentes en un sentido real, sacramental y espiritual cuando participamos en la Eucaristía, ya que los méritos obtenidos para nosotros mediante la muerte de Jesús se nos ofrecen en lo que denominamos el misterio pascual la pascua de la muerte a la vida.
¿Durante cuánto tiempo hemos celebrado los cristianos la Eucaristía como lo hacemos ahora?
Uno de los aspectos más curiosos de la celebración de la Eucaristía es el hecho de que haya cambiado tan POCO a lo largo de veinte siglos. Los elementos esenciales se encuentran en la narrativa de la institución de la Eucaristía tal como se la describe en los evangelios. La estructura litúrgica de la celebración evolucionó muy rápidamente en los primeros años de vida de la Iglesia, tal como vemos en la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (1 Co 11, 26) y los elementos esenciales se han mantenido sin cambios. Incluso en muchos de los detalles, encontramos hoy en la celebración de la liturgia una identidad con lo que sucedió antes de nosotros durante tantos siglos.
Tal como leemos en la Instrucción General del Misal Romano, la Iglesia siempre ha respetado el mandato de Cristo de preparar una gran sala amueblada y lista donde pudiera celebrar con sus miembros la Cena Pascual e instituir el sacrificio de su cuerpo y sangre (Mc 14, 12-16; Mt 26, 17-19; Lc 22, 7-13) y toma bajo su responsabilidad dar directivas respecto de la preparación de las almas de los creyentes y el lugar, los ritos y el texto de la celebración de la santa Eucaristía. Las normas descritas en el misal para la celebración de la Misa de acuerdo con el Rito Romano "constituyen una nueva demostración de este interés de la Iglesia, de su fe y de su amor inalterable al sublime misterio eucarístico (Instrucción General, Introducción, 1).
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